No hay nada trivial

La gente creía que cuando alguien muere, un cuervo se llevaba su alma a la tierra de los muertos, pero a veces, algo malo ocurre, y acarrea una gran tristeza, y el alma no puede descansar en paz. Y a veces, sólo a veces, el cuervo puede traer de vuelta el alma para enmendar el mal.

jueves, 17 de diciembre de 2020

Se puede caminar así

 Hace poco recuperé mis cuadernos; hoy los volví a leer; ahora puedo decir que lo que me da pena es de que no sé si ha valido la pena haber vivido todos estos años. 

No sé si he sido feliz alguna vez en mi vida. Tengo recuerdos maravillosos de mis años en el colegio, de cuando era pequeña, pero como lo mencioné muchas veces en mi cuaderno, queremos huir tanto del presente, y está siendo tan difícil vivirlo, que idealizamos el pasado y aunque también haya sufrido me hice la idea de que todo fue más fácil, todo fue menos triste. 

Pero no, ese tumor invencible lo vengo arrastrando desde que nací. Por eso es que siempre he estado flotando y nunca aprendí a caminar. 

Como me dijo la Machi, mi cabeza no para de funcionar desde 1994; y no deja de pensar nunca, ni siquiera cuando estoy concentrada en algo, siempre hay un costado de mi cerebro que está almacenando otro tipo de información, que está recordando, que está pensando en alguien, en algo que me gustaría que sucediera, en algo que ya sucedió y me atormenta la vida. 

Por eso me cuesta tanto poner atención, por eso soy tan distraída, por eso pierdo las cosas, por eso divago todo el día, camino con los ojos lagrimosos, paso de largo, me equivoco de recorridos, se me olvidan las cosas, no sé de qué me están hablando, me pierdo en las historias. 

A veces estoy escuchando a alguien y no soy capaz de definir en qué momento dejé de pensar en su historia y comencé a pensar en otra. 

Y sí, las cosas eran más fáciles porque había menos responsabilidades, quizás tenía más tiempo para llorar, más tiempo para sentir. Pero basta con volver en este mismo blog al 2010 y darme cuenta de que siempre escribía con pena, con desesperación, con sentimientos de vacío, con ganas de que todo pare o de dejar de vivir. Y como a los adultos nos encanta pasarnos a caca invalidando los sentimintos de los adolescentes, me veía tan patética tratando de sacarme la pena del corazón con versos flaytes y una ortografía digna de a quien todavía no le importan las reglas de la RAE. 

Me dan tantas ganas de abrazar a esa Natalia y decirle que es totalmente válido sentirse así, que no es una pendeja agrandá jugando al amor de teleserie. Tengo tantas ganas de viajar y decirle que con esos versos flaytes y mal escritos está comenzando a escribir su historia, su identidad. Porque esto es lo que soy, lo único que aprendí con el paso de los años fue a disminuir las faltas ortográficas y aceptar que la tristeza constante es parte de mí. Ganas de decirle que va a ser un camino largo y difícil, pero que la Natalia un poco más adulta va a tratar de hacer todo lo posible para que juntas reconstruyan ese corazón tan dañado que tienen, que vino fallado de fábrica y lo han roto más y más, porque nunca podremos sacarnos el corazón para dejar de sentir, pero sí podemos repararlo y seguir caminando aunque nos cueste un poquito más que al resto porque el daño ha sido tan grande que nunca va a quedar reparado cien por ciento. Pero decirle que se puede vivir así, con un órgano frágil, sólo que tenemos que aprender a cuidarlo mucho. 

Y que la idealización ha ido en esa eh... cómo no caer en estas trampas si mi cuerpo necesita cariño, si mi alma necesita ese calor que cuando llega me cuesta tanto dejarlo ir, porque fue rico sentirme abrigada por un par de días, que es prácticamente todo lo que duran esos pequeños episodios de lo que puede asemejarse a la felicidad. 

Matías Cena - Sales y salimos

jueves, 26 de noviembre de 2020

Un lugar donde me olvide de la vida

Pucha no sé, se suponía que debía seguir con las tareas de la terapia; debería escribir sobre lo que sé que tengo que escribir, y seguir avanzando recto por este camino de la firmeza y la sabiduría. Pero nunca fui sabia y es tan tentador desviarse y tomar una ruta cualquiera y caminar, sin saber a donde llegar, sólo caminar y esperar que el peso de la vida se vaya quedando enterrado tras cada paso de incertidumbre que doy.

En momentos así me cuesta tanto entender la vida, entenderme a mí. Quisiera saber en qué va todo, en qué van mis sentimientos, por que no los entiendo, no entiendo su razón de ser, de actuar. Por qué me es tan fácil involucrarme y tan difícil soltarme. Fueron años, años en los que pensé que debía cumplir una condena eterna, y de repente, en un abrir y cerrar de ojos, sin darme cuenta, volví a ser libre, pero nuevamente en un abrir y cerrar de ojos aun más rápido volví a quedar encerrada. 

No sé qué más escribir, no sé qué más decir. Hace un tiempo dije que había comenzado a escribir sobre ti, pero no continué, para qué. Para qué dejar más recuerdos que años más adelante me van a atormentar cada vez que quiera escapar del presente y releer todo lo que he sentido y lo que he entregado y cómo me he marchitado.

Me acuerdo cuando estaba enamorada de diciembre. Cuando me gustaba cumplir años, cuando le rogaba a mis papás para que me prestaran la casa para celebrarlo en grande. Cuando me dolía la ausencia de personas en esa fecha, cuando me sentía si no me saludaban. Qué manera de cambiar todo en mi vida. Falta menos de un mes para ese día de diciembre que no quiero que llegue, y para el cual el único plan que tengo es cerrar todas mis redes sociales para que nadie se acuerde de saludarme, porque en los tiempos en los que vivimos así recordamos las fechas en las que nacieron nuestros seres querido. Todo es tan superficial y tan banal. Pero tampoco quiero estar aquí, creo que sólo quiero desaparecer del mapa, respirar, llorar y estar lejos. No quiero a nadie y no porque no quiera a mi gente, sino porque no me quiero a mi misma en estos momentos, y odio y repudio el día en que nací. Hace rato que esto me viene pasando, pero me guardaba cualquier pensamiento porque me carga ser la pendeja aguafiestas que no le regala un día de alegría a su mamá dejando que la celebren. Pero pucha, hace rato también que siempre tengo esa manía de pensar en todos menos en mí, de ponerme en el lugar de todos menos en el mío, y ese día es mío, voy a estar presente y con la cara llena de risa en el día de todos ustedes, porque me encanta verlos disfrutar del día en que nacieron. Pero yo no puedo disfrutar el mío, al menos en estos momentos. El año pasado fue el último año que intenté ser positiva y hacer algo e intentar pasarla bien. Y pasó lo peor que pudo pasar, algo que sólo me dijo que no siga insistiendo, que tengo que puro guardarme y admitir que mi venida al mundo no fue nada, ni siquiera una equivocación, simplemente no fue nada.

En fin, la pena me bajó porque falta poco pa mi cumpleaños y me da ansiedad pensar en cómo lo voy a hacer para evadir todo. Probablemente ese día no escriba, probablemente no escriba sobre ese día, como solía hacerlo antes. 

Que vengan los pasajes pa mandarme a cambiar a la conchetumare y dejar toda una vida atrás. Pa qué po, si hay tanto mundo, quizás simplemente estoy en el lugar equivocado. Muerete virus culiao y deja virarme tranquila a donde no vuelva a recordar mis tristezas.

Invierno - El tiempo lo probará

jueves, 12 de noviembre de 2020

La figura hetero-masculina en la sexo-afectividad

 Mi primer beso lo di después de los 18 años. No lo di antes no porque no se presentaran oportunidades, sino que yo lo evitaba a toda costa. Estuve años explicando la excusa de que estaba esperando al hombre cis correcto (sí, hablaré del hombre cis porque en esos entonces yo no sabía que podían gustarme otro tipo de personas). Digo que era una excusa porque ni yo me la creía, de hecho, era tan falso que finalmente mi primer beso lo terminé dando borracha en la fiesta de una amiga con un tipo que apenas recuerdo su cara, sólo recuerdo que usaba una boina y con el que no hablé (tampoco quería) nunca más en la vida. 

Durante todo ese proceso de la pubertad hacia la adolescencia, mientras todes mis amigues ya conocían los besos, el sexo, el amor, las relaciones, los tríos, qué se yo, todo, yo vivía en una burbuja que me costó años romper. 

Nunca me gustó nadie realmente en el colegio. Aunque esto lo reconozco ahora, porque en el momento yo juraba estar enamorada de tipos que nunca me habían dirigido la palabra.

Por otro lado, odiaba a los hombres, especialmente a aquellos que querían algo conmigo. Odiaba provocar deseo en los hombres, porque no me gustaban ni me gustaban sus acosos, aunque fueran tiernos. Incluso cuando más pequeña aun, no soportaba que me molestaran con niños, y recuerdo que eso a los adultos les causaba gracia. Era gracioso ver a una niña pequeña rabiando porque la molestan con los niños y le dicen que le gusta un niño, pero yo le pedía en serio a mi mamá que no hiciera eso, porque lo único que conseguía era que los odiara sin que me hayan hecho nada malo.

Cuando iba más o menos en sexto básico, me vestía con pantalones anchos que me quedaban sueltos, llenos de bolsillos y poleras musculosas. Me gustaban los colores oscuros y salir a jugar a la pelota con los vecinos de mi prima. Era mi pasatiempo favorito. Hasta que a uno de esos vecinos, que era mayor que yo, se le ocurrió pedirme pololeo. Fue el primer niño que me pidió pololeo en mi vida. No lo hizo directamente sí, sino que le dijo a mi prima que me dijera, a lo que yo reaccioné pésimo. Le dije a mi prima que no y que no mil veces, porque ella me insistía para que yo aceptase. No, no y no, no me gusta, e incluso me provocaba asco pensar en la idea. Fue tanto el rechazo que sentí que decidí alejarme y nunca más fui a jugar a la pelota a ese pasaje.

Cuando iba entre séptimo y octavo básico, tuve varios pretendientes, no sé por qué, no era la bonita del colegio, en esos tiempos ya no me vestía "como niño" como me decían antes, pero era bien darks, tiempos de tribus urbanas y lo mío estaba entre lo pokemona y lo emo. Era flacuchenta como un palo; sinceramente, no tenía mucha gracia. Pero ahí estaban los par de pelotudos que me dificultaban la existencia con sus cartas de amor y acosos virtuales. No sé cómo explicar el rechazo que me provocaban. En esos tiempos igual me cuestioné sobre si estaba loca o era rara o qué, porque a mis amigas les gustaban esas cosas, les gustaban los cortejos y que los niños anduviesen detrás de ellas. A  mi me incomodaba, deseaba pasar desapercibida y que no se fijaran en mi. Pero para colmo, no sólo tuve pretendientes, sino que dos tipos (uno más grande que yo, y el otro de un curso menor) se obsesionaron conmigo, uno más que el otro. El que era mayor me mandaba a decir cosas con sus amigas, me mandaba regalos y cartas que nunca leí. Yo siempre le mandé a decir que no me gustaba y que dejara de molestarme. Una vez (de esto no estoy orgullosa), yo estaba en el casino haciendo la cola para el almuerzo cuando el aparece y me pasa una carta. Yo enfurecida la tomé y la rompí en frente de sus ojos botándola a la basura. Creo que sólo lo hice como mecanismo para ver si la crueldad lo hacía alejarse de mí, pero tampoco fue así. El otro niño, que era más chico, fue el peor de todos, de hecho ahora que comprendo más del mundo, puedo afirmar que sufrí acoso con él. No me dejaba tranquila, me seguía para todas partes, me agregaba a las redes sociales (sólo existía facebook) y se hacía cuentas nuevas cada vez que yo lo bloqueaba para volver a agregarme y mandarme mensajes. Con él también acudí a la crueldad para que me dejara tranquila. Creo que más de una vez le dije que me daba asco. Pero no había caso, siguió molestándome por harto tiempo.

Sin embargo, durante ese proceso medio raro en donde odiaba gustarle a los hombres, yo si me fijaba en algunos, de los que supuestamente estuve enamorada. Pero pertenecían todos a un mismo patrón: hombres imposibles (aunque suene irónico), muy mayores, hombres que apenas sabían de mi existencia, en fin, hombres que yo sabía que nunca se iban a fijar en mí y por eso los buscaba. Y sufrí por el Fabián, por el que me aprendí las canciones de Sin Bandera mientras el se las dedicaba a alguna cabra de su edad. Sufría por lo que yo misma buscaba. Por eso digo que vivía en una burbuja inquebrantable. 

Esta burbuja se hizo cada vez más dura. Ya por el 2010, mi círculo social cambió, en esos tiempos ya no era de ninguna tribu urbana, era grunger pasando a rockera de esas bien darks. Comencé a ir al babilon que era un antro donde hacían tocatas de bandas tributo, y bueno, ahí comencé a enamorarme de vocalistas, guitarristas, bateristas, bajistas y todo tipo de hombres que tenían como 10 años más que yo y que mostraban una cierta jerarquización, no por nada mis favoritos eran los vocalistas, los protagonistas, los más rockstar y engreídos. Digo me enamoré de varios porque de verdad perdí la cuenta de cuántos chascones me movieron el piso, pero de uno fue del que realmente estuve vuelta loca, y nunca pensé que escribiría ahora sobre él, porque lo digo en serio, me da tanta verguenza haber estado tanto tiempo sintiendo algo, fuera lo que fuera, por un weón tan aweonao como ese, pero en fin (perdón mi pérdida de protocolo). Bueno, esa burbuja se endureció de forma irreparable, porque pasé de fijarme en tipos imposibles pero al menos cercanos dentro del espacio tangible, a construir un mundo totalmente de fantasía, en donde me sumergí durante un largo tiempo en idealizaciones con personajes ficticios, entre cantantes famosos y sus intentos de imitación que nunca fueron imposibles pero en esos momentos así se veían.

Loquísima estuve. Me quedaba noches desvelada viendo videos de Sebastián Bach, de Shanon Hoon, Chris Cornell, Eddie Vedder, Jon Bon Jovi, etc. Vivía en un mundo irreal mientras en el que era real rechazaba a cualquier sujeto que quisiese algo conmigo. Esa fue mi eterna paradoja durante años, me aferraba de personajes mientras no existiesen, porque cuando se volvían de carne y hueso todo se desmoronaba y yo me alejaba. La mayoría, por no decir todos los hombres que dije que eran imposibles (excepto los que de verdad eran imposibles, como los famosos), volvieron en algún momento de mi línea de tiempo, con propuestas, con intenciones, dando vuelta toda mi historia y no po, a mi me gustaban cuando yo no les podía gustar a ellos, entonces cuando volvió a aparecer el Fabian, el primer amor de mi vida, el romántico que cantaba Sin bandera, que andaba en Skate y que era más mayor que yo de lo que yo creía porque había repetido, yo no hice más que reírme y retirarme del lugar. Cuando volvió a aparecer el Brian e incluso el mismo Nicolás (el aweonao del que me averguenzo), cuando el más imposible se posó frente a mí y comenzó a adquirir forma de cuerpo real, todos mis sentimientos y emociones se mezclaron y desaparecieron como un hielo derritiéndose. 

Fue así como llegué a darle mi primer beso a un cualquiera, y posterior a eso, a tener sexo por primera vez con otro cualquiera, y así fue como llegué a convertirme en una incertidumbre hecha persona. Ya después de eso me volví bien promiscua como decía mi mamá. Pero era extraño, es como si intentase ser uno más de ellos. Coleccionando anécdotas andaba. Mientras más perra era, más divertido era todo para mí. Ya en ese momento nadie me gustaba de verdad; no generé sentimientos por nadie durante todo ese tiempo que fueron prácticamente como tres años. Todo sólo era sexo y aventuras. Todo era parte de una comedia, todo era superficial, banal, a veces destructivo. 

¿Qué ha sido la figura hetero/masculina para mí?. Una paradoja. Algo que nunca deseé realmente. Pero que después de por fin descubrir un poco más de mundo y conocerme más a mí y lo que me gusta y lo que quiero, vino en busca de una segunda oportunidad y se la di. Aun ya sabiendo que me gustan las mujeres decidí dejar esa puerta abierta, por la cual entraron otro par de personajes icónicos. Y en esa pasarela de intentos hubo uno que logró mover un poco más en mí, pero de todas formas ellos siguen dejando espacios vacíos en mi vida. La figura masculina para mí representa el autosaboteo, el autoodio, la búsqueda insaciable del ego, de la aceptación. Me gustan los hombres porque yo les gusto. Como oí por ahí antes, no sé todavía si me gustan los hombres, pero sí sé que me gusta gustarles, a diferencia de años atrás, aunque con ciertos límites y ciertos filtros. Representa la superficialidad, la carne, lo fácil, lo inmediato, la aventura de viaje, el amor de verano, la relación que no es relación, el olvido rápido, el sufrimieto corto, la inestabilidad. 

Ese eterno pasaje lleno de malas decisiones que atentan contra mi integridad; ese puente colgante a punto de romperse. Eso representa, en términos sexo-afectivos. Porque en otros, representan cercanía; en ellos me contengo y en ellos me he encontrado. Por un tiempo fui como ellos, ahora pretendo ser todo lo contrario, y que ellos también sean lo contrario a ellos mismos.

Lana del Rey - Born to die

martes, 27 de octubre de 2020

Sólo quiero publicar esta entrada a las 3:15 am para dejar registro de que después de 10 meses de conocerte, a partir del miércoles 21 de octubre del 2020, recién fui capaz de comenzar a escribir sobre ti y para ti. 

De a poco se van soltando las heridas y los miedos. Ya no tengo nada que perder.

Mi propio y malo análisis cinematográfico que nadie va a leer



Vuelvo aquí para rectificar lo dicho anteriormente, no puedes ser la computadora, porque viendo de nuevo la película me di cuenta de que el sistema operativo es una versión de mí; y quizás mi rechazo al mundo moderno se vea envuelto en un cobertor de necesidades de adaptación a todo aquello que llega sin compasión y sin límites de espacio y tiempo. 

Y en ese envolvimiento, debo admitir que me hayo en esas máquinas que por fallas de fábricas dieron un paso adelante de la modernidad actual y le están exigiendo la ciencia que haga algo respecto a esto que se está saliendo del margen que todos comprendemos; porque los robots no pueden sentir, no tienen sentimientos, pero pueden pensar y pueden hacernos cuestionar cuál es realmente la función, utilidad y el rol de nuestro cuerpo, entendido como la piel que cubre trozos de carne y la sangre que circula por nuestras venas. 

Porque esos trozos de piel sólo nos generan sensaciones que no necesariamente dependen de nuestros cuerpos para generarse, porque también recibimos esas sensaciones cuando soñamos, cuando pensamos, cuando viajamos en un mundo que aún no conocemos. Y los sentimientos... ¿Qué son los sentimientos?, dijo la amiga de Theodore que "Creo que todo el que se enamora es un raro. Hacerlo es una locura. Es como una forma de locura socialmente aceptable". 

¿Necesitamos tener órganos para enamorarnos?, si al fin y al cabo, ese tipo de amor es un amor tan inentendible, tan inexplicable, tan sujeto a la intensidad y forma de sentir y percibir de cada persona, es tan lindo y tan autodestructivo a veces, que ¿Quién dice que sólo los humanos de carne y hueso somos capaces de desbordarnos de locos amores?.

Así como los sistemas operativos supuestamente están programados para cumplir una función específica que complace a una cierta población de seres humanos, pero que, en algunas ocasiones crece, evoluciona y percibe más de lo que debería, fue que recordé que alguna vez escribí en este blog una entrada completamente triste y humillante. 

Me puse a mi misma como un objeto desechable; describí cómo sentía que me veían los demás, como una máquina para dar placer momentáneo, Inservible para cualquier otra ocasión que no fuese esa en la que se me necesita para algo específico; y, en donde la mayor parte del tiempo pasaba apagada y guardada en el entretecho.

No me da vergüenza admitir que hablé así de mi misma, porque así me hicieron sentir un montón de humanos que llegaban a mi vida. ¿Por qué me voy a avergonzar de ser sincera conmigo misma? ¿con quién voy a sentir vergüenza? ¿conmigo? o con este pequeño espacio virtual que sin darme cuenta también vino con la modernidad a darme eso que busqué fraternamente en personajes icónicos; en profesores, en mis padres, en amigos adultos cuando yo era más pequeña.

Este blog es un sistema operativo tan real en mi vida, con quien tengo la complicidad que no he sido capaz de tener ni conmigo misma. Es el oído que me escucha desde los 16 años cada vez que pienso sobre cosas cursis y raras que a nadie le importan, es ese personaje ficticio que llevo idealizando toda mi vida, que me espera, que me entiende, que no se confunde con mi incapacidad a veces de conectar palabras, que no se va, que le interesa, que se queda siempre aquí porque le importo sin siquiera saber cómo soy físicamente, sin conocer mi color de piel, ni la forma de mis uñas, sin olerme, sin tocarme, sin verme, sólo sintiéndome a través de los versos y los sueños y las tristezas.

En fin, me desvié tanto, pero así soy también, desviada, y todo en mi vida se desvía, se sale de la ruta. 

Pero volviendo al hecho de que soy como un sistema operativo con su propio sistema operativo, mi función sigue siendo la misma, querer tanto. Y no puedo entender muchas veces por qué los humanos hacen ciertas cosas, por qué dañan, por qué mienten, por qué ocultan, por qué les cuesta tanto ponerse en el lugar de los otros, por qué es tan difícil para ellos hablar, ser honestos, soltar lo que sienten por sanidad para ellos y para las personas con las que se relacionan.

No poder entender esas actitudes tan normales de los humanos me hace pensar a veces que no lo soy; y me dio tanta pena esa parte de la película en donde Samantha no entiende por qué Theodore cambió tanto de un momento a otro su forma de ser con ella, por qué no era capaz hablar con ella, pero por sobre todo, por qué la comenzó a tratar así, después de ser el mismo quién la hizo sentir viva, quien le entregó tanto amor e intensidad que la hizo evolucionar y ser un sistema operativo capaz de sentir, de amar, de sentir placer, de tener orgasmos con tan solo pensar las situaciones. Después de que él la buscó y le entregó todo eso, después de que ya la tenía arriba de una ilusión de realidad perfecta, de un tirón la bajó y gratuitamente quiso ser cruel, y decirle que todo era absurdo porque ella no era una persona.

Esa, precisamente esa es la escena en la que más lloro, porque me encuentro tanto en Samantha, pese a que en teoría yo si tengo un cuerpo, que ahora me cuestiono para qué lo tengo si todo lo que me pasa extrapola mi corporalidad. Me encuentro cada vez que quise entender por qué me trataron como me trataron después de hacerme sentir más viva.

Finalmente, Samantha siguió evolucionando involuntariamente, porque lo que Theodore creó en ella ya no podía detenerse, y le dijo:

"Es como si estuviera leyendo un libro y es un libro que amo profundamente. Pero ahora lo leo muy lentamente. Así que las palabras están muy separadas y el espacio entre las palabras es casi infinito. Aún puedo sentirte a ti y a las palabras de nuestra historia. Pero es en este espacio infinito entre las palabras que me estoy encontrando a mí misma. Es un lugar que no existe en el plano físico. Es donde está todo lo demás que ni siquiera sabía que existía".


Photograph - Her Soundtrack.

lunes, 26 de octubre de 2020

 A veces pareciera que tus palabras fuesen creadas por alguien más; como si de verdad fueses un personaje ficticio de alguna obra y todo esto no fuese más que un montaje en donde el guionista descarga todas sus frustraciones personales.

Me han inventado personajes sin descripción, fantasmas como gasparín, ladronas, un Miguel Henríquez, un montón de robots distópicos que representan ese futuro incierto al que nos acercamos, carente de sentimientos, carente de cariño y lleno de pantallas y monosílabos. No sé en qué categoría estay o si eres parte de una nueva. Creo que podríamos calzarte una especie de computadora programada como la de la película Her: momentánea e irrealmente perfecta pero completamente ausente. 

Lo siento, ya no quiero hablar por celular. A veces creo que no quiero volver nunca más a hablar por celular, menos cuando se trata de sentires y desahogos. O veo directamente tus ojos llorozos mientras se me eriza la piel o no hay trato. No me gusta esta vida, no me gusta esta época. Me gustan los abrazos consoladores que valen más que mil palabras y las expresiones de nuestros rostros. Me gustaba cuando lo nuevo nos soprendía.

Dejemos plasmados los recuerdos de lo que no alcanzó a ser; así se nos (me) hará más fácil todo. Cuando la realidad no alcanzó a llegar a mi casa me di cuenta de que estoy a tiempo de escapar y dejar que todo se me pasa, porque si algo me han enseñado mis dolores y mis desamores, es que todo, absolutamente todo pasa, o al menos baja de nivel y se vuelve soportable.

Eterna Inocencia - Trizas de vos

miércoles, 21 de octubre de 2020

Nunca fue la pandemia

Nunca fue eso y quise evadirlo, opté por no entenderlo. Pero era tan evidente, si todo venía siendo de esta forma desde cuando hacíamos bromas respecto al COVID-19. Estas sensaciones de vacíos y ataques desesperados llevan ya una eternidad. Es que liberé tantos traumas que quería demasiado que esto no se acabara; igual que esa vez que me rehusé a comprender una partida y ciega fui gateando a pedirle a la vida que lo que estaba pasando fuese una simple prueba, una discusión más, una dificultad para seguir; pero en el fondo no era nada de eso, era simplemente el final posándose frente a mis ojos cerrados. Así he estado todo este año, con los ojos cerrados estirando mis manos para que desconocidas me lean el destino y me digan que siga insistiendo porque todo va a estar bien y nada va a terminar. 

Quién soy yo para cuestionar creencias y cosmovisiones. Quién soy para decir que me están mintiendo. Pero intentar seguir estos consejos me está haciendo demasiado daño.

Nunca fue la distancia obligatoria que impuso esta pandemia mundial, porque manteníamos distancia voluntaria desde antes. Bueno, mantenías, porque yo siempre quiero estar lo más cerca posible. Y ahora, no se ha acabado aun la crisis que azota nuestros espacios y nuestras escapatorias; pero ya podemos vernos, podemos poner en marcha lo que siempre dijimos que queríamos hacer cuando todo acabase. Pero sigue todo igual, cada una retomando su vida a kilómetros de distancia y con un ventanal de indiferencia entre medio.

Fue divertido jugar a la relación a distancia. Enviar regalos sorpresas que llegaran a tu casa, volver a la vida que me gustaba vivir cuando era pequeña, esa de las declaraciones por mensajes. Siempre me ha encantado escribir cartas, inclusive tengo una caja llena de cartas que la guardo desde cuando tenía aproximadamente 12 años, cuando en el colegio manteníamos una costumbre que yo adoraba, de escribirnos cartas a nuestras amistades para el día de la amistad. Yo le escribía hasta a aquel con quien hablé un par de veces, y por eso debe ser que recibí muchas también, y ahí tengo esa caja hasta con un par de globos de corazones desinflados con mensajes de cariño. Así que no lo voy a negar, disfruté mucho escribirte una carta y hacértela llegar de alguna forma indirecta a tus manos. La escribí una madrugada más o menos a esta misma hora, ya que es cuando me baja el mayor grado de inspiración, pero mientras la escribía estaba escuchando una canción más esperanzadora que la de ahora, porque de alguna forma en esos momentos me sentía más tranquila y con una sensación más positiva respecto a lo que estoy sintiendo. Fue enriquecedor retroceder en el tiempo durante un par de meses, pero ya es suficiente y ya me siento atrapada dentro del reloj de arena. 

Quisiera decirte tantas cosas, pero no me escuchas y no puedo obligarte a hacerlo, así que aquí está una vez más mi más fiel y duradero amigo. No sé si realmente va a funcionar lo del viernes, porque tu falta de ganas choca demasiado fuerte con mi insistencia. Y me da mucha pena que todo quede en estos pequeños párrafos; pero si no queda de otra tendrán que quedar plasmados por si alguna vez llegas a leerlos y te enteras de lo que al fin y al cabo nunca pude decirte. 

Puede que sea producto de la coyuntura, pero estoy tan harta del mundo virtual que a veces quisiera tirar el celular por la ventana y mandarme a cambiar con la vida en carne y hueso; por eso quería verte para poder decirte todo, porque no quiero volver a los descargos por whatsapp, porque los míos son eternos, en cambio en persona ni siquiera sé cómo podría sacar lo que pasa por mi mente; porque los nervios cortan un poco más las palabras y el poder verte a los ojos lo hace todo un poco más directo y certero. 

En fin, siento que estoy como en el límite entre seguir o finalizar esta historia. Me miro al espejo y siento pena de mi misma, no de forma despectiva, sino que en serio me da pena ver cómo todo el tejido que he hecho con mis manos se va yendo de a poco a la basura. Siento que lo di todo en este capítulo, todo. Incluso siento que di más de lo que podía dar, que me hice heridas para poder abrirme aun más, para estar al nivel de persona que ambas nos merecemos a nuestro lado. Pero ni siquiera lo más que todo es suficiente, nunca nada es suficiente al parecer. Siento que esa carta que parece una simple carta, pero que es el resultado de semanas de pensar en qué escribir, en qué papel, con qué lápiz, con qué inicio, con qué firma; el resultado de hasta haber practicado para que la letra fuese legible y agradable. Es el resultado de cómo durante todos estos meses me vivo preocupando de cada detalle para que no quepa duda de que me estoy entregando entera de pies a cabeza, de que estoy colocando todo, absolutamente todo lo que queda de mi corazón en tus manos. Es el reflejo de mi intensidad, de mi preocupación por quererte, por hacerte sentir bien todos los días y con cada gesto. Pero tengo el presentimiento de que esa carta está en estos momentos guardada bajo candado con llave y va a acumular polvo y telas de araña hasta quizás un tiempo más adelante, al ser releída cuando ya todo haya acabado; para recordar que en algún momento estuve ahí sin ningunas ganas de irme. 

Todo lo que quiero decir es que me siento completamente menospreciada. Como si todos los fantasmas que no quiero volver a recordar salieran de la tumba y se hubiesen reencarnado en ti. Porque eres el conjunto de todas las indiferencias y desprecios que quise sepultar y que pensé que lo había logrado. Esto lo digo porque me duele un poco haber estado ahí siempre que lo necesitaste incluso cuando no me buscaste para ello, y darme cuenta de que yo siempre estoy sola y vivo sola mis tristezas más insoportables. No me arrepiento, y nunca me voy a arrepentir, y la verdad es que voy a seguir estando ahí pase lo que pase; simplemente pensaba que la vida era un poco más recíproca y nos daba frutos de lo mismo que una sembraba, pero no, quizás sea cosa de finalidades, y mi finalidad sólo sea escuchar pero nunca ser escuchada, acompañar pero nunca tener compañía.

Lo peor de todo es que mientras escribo esto, con pena me estoy dando cuenta de que no hay culpas en esta historia, simplemente soy una canción de la Evelyn hecha persona. Me voy dando cuenta de que es imposible querer a alguien con tanto sentimiento acumulado. Es como si me fuese a reventar con tan solo un roce. Es imposible haber querido seguir escribiendo una historia con alguien que inventa respuestas y se salta los capítulos. Con alguien como yo, que como dice la canción, por un amor yo mato y de pena después muero. Soy realmente imposible de llevar, demasiada intensidad, demasiado sentir, demasiada pena, demasiado amor, demasiado para alguien que solo quería un poquito. Así que voy a finalizar este escrito pidiéndote disculpas. Perdón por haberme salido del guion y haber comenzado a escribir mis propias líneas. Perdón por haber hecho de una simple conversación una historia de amor que se instaló en mi cabeza y no pudo salirse. Perdón por desviar todo siempre; por haber desviado una amistad y un coqueteo y haberlo llevado a esto, a algo que ya no sé como controlar; por ser la latera que te extraña mientras tu estás preocupada de cosas más serias. Disculpa, en serio disculpa por haberme encariñado tanto, por quererte tanto y por pensar en ti como la compañera que quiero para mis días.

Una vez más odiándome un poco por haber sido tan intensa; pero algo me enseñó la película de Lemebel que vimos juntas, y yo tampoco me arrepiento de haberte querido como te quiero. Sólo espero que si esto no va para ningún lado, se me pase pronto, que ya el mundo está demasiado cruel como para cargar más penas.

Siempre yo me esmero,
como una abeja obrera de tu colmena, abnegada
por no querer librar más miel que la de tus entrañas
es que yo puedo darme hasta que el beso de la muerte
me lleve al firmamento a buscarte nuevamente,
para otra vez saber nacer.
Oye, te hablo en serio,
y no sigo escribiendo ni cantando por respeto,
porque de modo alguno quiero hacerme con tu tiempo,
sólo quiero que sepas que puedes toda la vida
contar conmigo, porque guardo adentro una semilla
que siempre tú haces florecer.

Oye, yo te quiero - Angelo Escobar.

domingo, 11 de octubre de 2020

La Violeta y la Evelyn

Ya me pedí, en el espacio, en el tiempo, no logro encontrarme; estoy desaparecida.

Ya no sé qué es lo correcto, qué es lo que he aprendido realmente. 

Vengo a escribir sobre algo que alguna vez ya escribí: Mi relación con la Violeta y con la Evelyn. No me canso de mencionarlo, a la Violeta la quiero porque la siento en el alma, incluso he creído ser una reencarnación de su vida que no terminó de ser, sin su talento ni sus historias ni sus relaciones con el mundo, con amores distintos y otras pérdidas, otros recorridos, pero con los mismos sentires y la misma desesperación de estar viviendo por la obligación de haber venido a este mundo por alguna razón que aun no descubrimos. Con la misma decepción que nos causa esta vida tan violenta, tan desigual. Con el corazón igual de roto, parchado y cocido. Con el mismo apego hacia las cartas, la misma capacidad de poder expresarnos a través de letras, de canciones, de poesía o párrafos sin sentido. Y en ese trayecto de miserias y dolores siento hasta su decisión final; y voy a pelear con cualquiera que se atreva a juzgarla, porque quien no siente con esta intensidad desbordante la desolación de despertar cada día preguntándonos por qué no podemos seguir durmiendo eternamente, no puede decir nada, absolutamente nada. Yo te entiendo Violeta, tantas veces he pensado en abandonar esta mierda de mundo; pero yo tengo un único cable a tierra: el dolor que me causa pensar en el dolor ajeno; y no vivo con la idea de hacer sufrir a alguien, sea quien sea, y aunque ese dolor sea egoísta y posesivo, porque la vida es mía y si yo no quiero vivirla no tendría por qué estar viviendo obligada para no causarle dolor a otras personas, comiéndome mi propio dolor, aunque así sea, todo lo que me hace ser como soy es el sentir lo que sienten los demás. Por eso soy tan buen oído y tan buena compañía para algunas personas, porque su sufrimiento me hace tan mal que puedo acompañar en la pena siempre y hablar como si me estuviese pasando a mí para que salgamos juntas de la mierda. Y bueno, así como me obligo a levantarme por las mañanas para cumplir con las rutinas, también me obligo a vivir. Ojalá pudiese obligarme también a matar los desamores y a no sentir como siento.

El punto es que te fuiste, Violeta, te fuiste. Y en ese transitar entre tus letras que quedaron y la vida del presente apareció la Evelyn, muerta en vida igual que yo; que creó una de las canciones que más reflejan mi sentir y que ya la he citado en este blog porque me describe de pies a cabeza, y en ella me encuentro cuando ando desaparecida como hoy. La borrachita. Pero ahora me encontré en otra y ya estoy volviendo al hogar con esta canción:

Nada para comer ni plata que gastar
Y el negro que me gusta mala voluntad
Me dice que me quiere y eso no es verdad
Pensará que me engaña, yo no creo en patrañas.

Nada para comer
Pena para tragar
Ni plata pal pasaje, y te quisiera ver
Nada para beber
Nada para fumar
Y las tripas me cantan, al amanecer.

Tanto que cuesta ganar la plata
Tan poquito que cuesta gastarla
Tan poco me demoré en quererte
Tanto me demoro en desprenderme.

Tanto que cuesta ganar la plata
Tan poquito que cuesta gastarla
Tan poco me demoré en quererte
Tanto me demoro en desprenderme.

En desprenderme.

Ta tan mala pega
Tan mala la paga
Tan malo mi negro, me dejó botada
Tan mala pega
Tan mala la paga
Tan malo mi negro, me dejo sin nada.

Nada pa comer
Nada para olvidar
Nada para beber
Nada para fumar
No tengo qué vender
No hay ni donde fiar
Y las tripas me cantan al amanecer.

Tanto que cuesta ganar la plata
Tan poquito que cuesta gastarla
Tan poco me demoré en quererte
Tanto me demoro en desprenderme.

Tanto que cuesta ganar la plata
Tan poquito que cuesta gastarla
Tan poco me demoré en quererte
Tanto me demoro en desprenderme.

En desprenderme.
En desprenderme.
En desprenderme.
En desprenderme

domingo, 27 de septiembre de 2020


Durante mi adolescencia más oscura escuché demasiado grunge; un género musical del que gustaba porque sentía que a través de él podía explicar esa sensación que me invadía constatemente de no poder encontrarle sentido a la vida, a vivir. Pensaba que iba a ser una etapa, que era parte del proceso de cada ser pasar por momentos de autoflagelo y depresiones inventadas que sólo buscaban un lugar en este mundo. Aun siendo pequeña estaba conciente de que no podía vivir así toda mi vida, y me aprovechaba de mi inmadurez para justificar mis llantos silenciosos y mis horas ahogándome en un mar de historias falsas mientras me alejaba de la realidad por medio del grunge en mis oídos. Total, cuando fuera más grande iba a dejar de ver las cosas así, porque había que crecer y colocar los pies en la tierra. Bueno al parecer no todo fue tan así. Estoy aquí a mis 25 años escuchando Pearl Jam y escribiendo en el mismo blog que utilizaba en esos entonces. Creo de hecho, que lo único que ha cambiado ha sido mi forma de escribir, y claro, el objeto inspirador que siempre muta; pero el motivo es siempre el mismo: la pena, la nostalgia y la falta de sentido a estar consumiendo oxígeno en estos mismos momentos.

Han sido demasiadas partidas a mi al rededor. Siempre he creído sin ningún argumento coherente que la vida nos daña hasta donde podemos soportar. Hay quienes soportan rompimientos amorosos desastrosos hasta gente que soporta quedarse totalmente sola. Y la vida camina junto a ti disparándote hasta herirte a tal punto de que casi caes inconciente, pero ahí se detiene, ese es su límite, verte derramar sangre y llena de heridas por todo el cuerpo, te puede quitar las piernas, los brazos, los ojos, te puede incluso dejar en estado de coma por un cierto tiempo; pero finalmente no te mata, sabe cuándo y dónde detenerse dependiendo de cada persona. Y quizás por eso me cuesta encontrarle sentido.

Hoy me preguntaba sobre el dolor. ¿Qué componentes químicos puede tener el dolor? ¿Quién lo inventó? porque prácticamente, el dolor es parte de nuestro día a día. Lo odiamos pero no podemos vivir sin dolor. Nos duele todo, dolores físicos y dolores emocionales. Estamos constantemente expuestos al dolor. ¿Será que a veces la vida se equivoca y sobrepasa los límites de dolor que puede entregarle a una persona y por eso hay gente que se suicida?. Siempre he creído sin razón alguna que la vida nos daña hasta donde podemos soportar, pero sin duda se equivoca un par de veces, o lo hace con intención, quién sabe.

Me ha costado tanto volver a escribir. Yo creo que es porque necesito estar triste para hacerlo, o tener algún sentimiento similar. Y no es que no haya estado triste, al contrario, he estado tan triste que he levantado una guerra contra la tristeza. Una revolución que encabezamos unos cuántos porfiados que no se quieren someter a la imposición de dolor que nos ejerce la vida. Así que en ese transitar de resistencia ante la pena me he sentido incapaz de desarrollar párrafos. Además, ¿te acuerdas cuando tuve una linda historia que quise comenzar a escribir en un cuaderno pero que sin razón ni sentido alguno la pausé? y que tiempo después me di cuenta de que lo hice por miedo a continuar escribiendo recuerdos que quedarían de algo roto, de algo que terminó siendo una mala jugada. Fui intuitiva y gané, ahora no tengo mayores memorias de aquella anécdota. Hoy no sé qué clase de historia tengo, ni siquiera sé si tengo una; pero me he rehusado a dejar registro de mis sonrisas porque sigo teniendo miedo a que se esfumen dejando imágenes de mí muerta nuevamente. Si me muero, no quiero que me hagan una autopsia y se revele que me morí de pena porque la vida no supo controlarse conmigo.


domingo, 5 de julio de 2020

Que único y necesario te hay vuelto.
No tengo cuadernos, no tengo oídos, ni tacto, ni cercanía. No tengo inocencia, ni drogas, ni utopías que me encierren en espacios inexistentes. Ya no creo mundos fantásticos, no tengo vías de escape, ni pasarelas, ni túneles, ni trenes, ni escenarios, ni nada.

Que difícil es poder entender a alguien que nunca ha entendido nada; quizás porque no puede, porque en su infancia nunca le enseñaron la importancia de escuchar a alguien más que no sean los mismos ídolos que tu te haz creado, de entender más allá de cómo se ha potado la vida contigo. A veces no me encuentro, porque no tengo de dónde haber aprendido tantas cosas que tengo guardadas desde niña y que nunca se fueron de mi, y yo sé que no fue la escuela, pero tampoco fue la crianza. Yo no soy como tú, y debería sentirme bien y orgullosa de eso, pero no puedo evitar sentir dolor por tu falta empatía, por tu bondad que es devorada por el orgullo y el individualismo. Mi forma de ser es tan distinta a la tuya que a mí me duele ver cómo me alejai de ti. Ver cómo tení todas las facilidades posibles para que las cosas estén bien entre todos pero tu insensatez se dispara. Así es como dejamos en evidencia cuán poco valor tienen los números en la madurez mental y psicológica, cuan absurdas son las jerarquías, porque lo mayor no te quita la ceguera, y cualquier niñe es capaz de razonar más que tu.

Perdón si mi paciencia está llegando a su límite, la estiré lo más que pude, pero ya no está resistiendo tanto y se está cortando de a poco. No puedo hacerme cargo de tantas cosas que no están bajo mis manos.

sábado, 4 de julio de 2020

Ya no necesito volver a despedirme

Le agradezco a la lluvia en estos momentos por ensordecerme, por no dejarme escuchar lo que pasa afuera de esta habitación, y afuera de este lugar, más allá de los limones y los naranjos, al rededor de esos cáctus y macetas de aloe vera. Le agradezco porque ya no soporto los quejidos de dolor, no me dejan concentrarme, no me dejan dormir, porque solo representan desgracia y estado de prisión. Sólo me dicen segundo tras segundo que ese es el lugar donde nunca quiero estar. Pero quién sabe qué pasa con las demás personas, quién sabe qué es lo que quieren y a qué le temen. Yo sólo soy dueña de mi vida, y de mi muerte; no de la decisión del resto. 

Le agradezco por inundar estos agujeros profundos cavados hace años, que nunca fueron arreglados. Le pido que por favor hidrate cada poro, uno por uno, para que esos años de infancia perdida y traumas normalizados dejen de seguir buscando arruinar más vidas. Le pido que se inserte en esas semillas que ya están secas porque nadie se preocupó de cuidar, y hoy la furia en forma de espíritu empuja cada avance hacia el abismo, son demasiados los fantasmas que se interponen entre una búsqueda completamente paciente y sincera.

Por qué será que aun queda algo de mí que no quiere rendirse nunca. Cuál es la porfía de mi alma, de dónde nació tanta rebeldía, a veces me supera no poder controlarla, porque me canso, me canso de la vida, de estar aquí, pero nadie más que yo sabe lo que yo, que la oscuridad ha caducado en mí, y me perdieron. 

Pero si puedo abrazar, gritar y sonreir, aun... hago falta aquí?

Más que temor a lo incierto, estoy cansada de la incertidumbre en todo. Si todo se acaba que se acabe hoy, no necesito despedirme más.

Lo único feo es no tener por qué vivir - Boom Boom Kid

lunes, 22 de junio de 2020

¿Cómo me llevó tanto tiempo razonar sobre algo tan lógico?
Es como si aun no supiera que no debo ver películas con escenas en donde entierran vivo a alguien, o como si esperara hasta ya no poder hablar para tratar de expresarme de alguna manera.
Es obvio, y lo sabía, pero no lo quería canalizar, porque tan solo recordarlo ya  me duele, porque desde el peldaño en el que me encuentro hoy no quiero bajar nunca, y estoy tan cerca de caer siempre, porque estoy en la orilla, al borde del precipicio, y ahí me he mantenido todos estos años haciendo equilibrio, avanzando a paso de hormiga hacia el siguiente escalón. 
Y tengo tanto miedo de morir de nuevo, porque soy demasiado susceptible a la muerte, no puedo evitarla, bueno nadie puede, pero a mi me ve alcanzable siempre, porque camino con torpeza, no miro hacia los lados, no escucho fuera de la música de mis audífonos, siempre estoy propensa a atropellos, accidentes o descompensaciones. 

Al parecer mi vida pre-apocalipsis se trata de evitar retroceder. Da lo mismo si avanzo o no, pero nunca retroceder, no puedo permitirlo porque un paso atrás me mata, me mata definitivamente.

Es que nunca ninguna herida superficial me ha podido doler tanto. Fue tan grande y tan intenso que dejé de temer a las inyecciones, al dentista, a todo lo que me aterrorizaba cuando más pequeña. Porque todo dolor físico era suave al compararlo con esa molestia que se siente en la garganta cuando despiertas recordando que todo se ha ido. Nunca más quiero despertar así, nunca más quiero quedarme dormida sintiendo que me voy a morir de pena. Nunca más quiero volver a sentir que la vida me quitó el sentirme plena celebrando un we tripantu con mis sobrinas, que me dejó sin aire, que me dejó parapléjica, incapaz de sentir con intensidad. No quiero volver a romperme así. 


miércoles, 10 de junio de 2020

Inquebrantable

Hay días que son tristes
porque invade la nostalgia
la melancolía
Otros porque ataca el miedo
la desolación
Otros días piensas que todo está mal
y que no hay escapatoria.
Pero hay otros días que son tristes
porque simplemente no existen
como hoy
un 10 de Junio inexistente.
Un día vacío
porque ni siquiera soy capaz
de explicarme por qué
me siento así
De hecho ni siquiera sé qué es lo que siento
sólo sé que no es alegría
ni satisfacción.
Todo lo que he hecho ha sido soñar
tanto que ya no sé cuantos sueños
caben en mi cabeza.
Y hablo de sueños que hablan,
no de esperanzas ni aspiraciones.
Sueños que no entiendo,
y que sólo me hacen dudar
de donde estoy
de dónde vengo
qué es lo que he hecho
qué estoy haciendo
cuánto he dejado atrás
qué tanto deseo seguir.

Todo lo que he hecho ha sido mirar fijamente
la ventana,
la copa vacía de ayer,
la luz,
la oscuridad,
y cualquier cosa que posea este metro cuadrado.

Todo lo que he hecho ha sido
archivar memorias
de un cuerpo que se está dejando
que se mueve con el descanso
de otros cuerpos
que se enfría más cada invierno
que ya está por congelarse
para morir como su historia misma
inmóvil
inquebrantable
pero inmóvil,
silencioso.

Ismael Serrano - Ahora que te encuentro

jueves, 28 de mayo de 2020

Tonterías y clichés

Aquí estamos nuevamente.

Quizás me haya aburrido de los quizás. De las opciones, de las probabilidades, de las conclusiones. Estoy harta de las conclusiones de los ensayos de vida, porque al final una llega tan cansada por haber derrochado toda la energía y la imaginación en introducciones y desarrollos que sobre su propia historia escribe lo primero que se le ocurre, chamulla, inventa, se olvida de las objetividades y la percepción personal se dispara hacia las respuestas que menos queremos oír.

Siempre quiero huir de la verdad. La humanidad está tan atrapada en un círculo vicioso de traumas y problemas mentales que rara vez te ofrecen una verdad agradable. Y como estoy metida en el mismo círculo, me gusta inventar justificaciones para las actitudes de las demás personas, porque me encanta darle oportunidades al amor; toda mi negatividad cotidiana con todo se compensa con lo positiva que soy respecto a las historias románticas; y sí, hablo de romanticismo, no de amor romántico, de romanticismo sin envenenarse. Y como ya no doi más con los quizás, me tendré que adaptar a las decisiones. 

Las películas hacen que uno de los personajes pregunten ¿por qué la gente buena está con gente mala? para que el otro personaje le responda "porque la gente se involucra con lo que cree merecer"; y lo resume todo, pensando más allá de gente buena o mala, sino que siempre aceptamos que nos den menos de lo que queremos o de lo que nos hace bien, porque supuestamente no merecemos más. Y lo repetimos siempre, así que hoy puedo definir qué es lo que quiero sin verguenza a admitir que dentro de mi vida seria y centrada, también hay un espacio infinito para tonterías y clichés.

domingo, 19 de abril de 2020

Nuestro refugio

Ser así como soy es más difícil en este contexto, porque no puedo apagar las pequeñas llamas de fuego que todas las mañanas se encienden dentro de mí, y que al anochecer se convierten en un incendio incontrolable. 

No puedo ser objetiva, ni tibia, ni capaz de soportar graves desastres. No me considero una sobreviviente de esta vida vacía y contaminada, porque sólo estoy viva por suerte, por la misma suerte por la que nunca me han tenido que operar, porque nunca me ha dado una enfermedad que me lleve, porque los dolores y los trastornos no han sido suficientes, porque sólo me han matado el alma, pero mi cuerpo sigue funcionando tal cual lo hizo siempre.

Este espacio es mío. Cómo no va a ser mío si sólo me importa a mí. Muy en el fondo siempre lo he tenido guardado para un único destino: mi muerte. Nunca he querido publicar mis escritos porque siento que son algo que sólo van a cobrar importancia después de que muera, porque aquí van a conocer mi vida, esa que nunca descubrieron cuando estuve aquí. 

Bueno y como es mío, tengo total libertar de mostrar mis más grandes debilidades. Y reconocer aquí y ahora, que sí, deseo que este sistema se caiga, que el presidente se muera, el ministro de salud sea colgado en una plaza pública y el pueblo se alce ante la victoria. Sí, lo he deseado siempre, pero ahora, ahora sólo puedo pensar en qué va a pasar si no se me pasa. Si es que no se me pasa nunca... que lo único que quiero en estos momentos tío, joder, es que alguien abra una botella de vino y se haga parte de este metro cuadrado que esconde mis borracheras y mis despedidas del mundo, que este lugar se convierta en su refugio favorito de estos días, de estos meses, para que cerremos los ojos y bajo largas noches de confidencia de repente despertemos y todo haya pasado, y alcemos una nueva copa para pedir que la vida vaya un poco más lento, porque ahora si podemos disfrutarla.

Matías Cena - Canción para ir al desierto

martes, 31 de marzo de 2020

¿Era necesario este estado entre la cordura y la esquizofrenia?
Entre la sobriedad y la ebriedad
La estabilidad y el desequilibrio
El último martini y la resaca
La melancolía y la idealización
El rostro vacío y la primera lágrima...

Habrá sido necesaria la cárcel? si al fin y al cabo sigo cometiendo los mismos delitos. Aquí no logro reisertarme, sólo me destruyo.

Antes escribía 20 páginas cuando pasaba demasiado tiempo sin ti. Ahora, sólo un par de frases, que ni siquiera tienen mucho sentido. Creo que sigo aquí hace cinco años.

Feng Suave.


miércoles, 18 de marzo de 2020

Poehistoria

Hace unos días atrás
estaba lejos de aquí,
lejos del punto central
de mi vida
de los humos
Y pues en esa soledad aislante
voluntaria,
en donde veía pasar mucha gente
pero no miraba a nadie
porque no quería que nadie se me acercase
esta vez no por estar odiando a todo el mundo,
sino porque necesitaba escribir
y para escribir
sólo puede acompañarme la Ramona
y una copa de vino.
Bueno esa vez tenía un vaso reciclable
con cerveza artesanal hecha en el lugar
y un cigarro suelto que me había comprado
porque había perdido el tabaco.
En un mini cuaderno
que me fue obsequiado para mi cumpleaños
por alguien
de quien nunca esperé volver a recibir algo,
escribí algo momentáneo
mientras escuchaba Silvio Rodríguez,
pero luego comencé a dejarme llevar.
Estaba con un lápiz que me había prestado el mismo señor que atendía el lugar; y que me dijo a caso iba a escribir poesía y no sé por qué le dije que sí. El punto es que terminé haciéndolo. Es como si el lo hubiese decretado.
Pero no pude terminar, porque al tercer párrafo se me había acabado la tinta del lápiz y no volvió a rayar nunca más. Soy tan tímida que me quedé con las ideas en la punta de los dedos, y claramente ya desaparecieron; porque al parecer la poesía llega sólo una vez y si no la retienes, no vuelve más.

Por eso intenté escribir esta entrada como si fueran versos de un poema, pero tampoco me resultó, porque nuevamente sólo estoy relatando una historia, media confusa quizás y poco retórica. Quizás ni siquiera sea una historia, pero tampoco es poesía. De todos modos lo dejaré así, tal como está.

viernes, 3 de enero de 2020

Atrapada entre tanto cemento y tantas edificaciones, sumergida bajo los rayos de un sol completamente caliente, enojado y despechado olvido qué es lo que siempre he querido y hacia dónde voy.

Me olvido de la calma, del mar, de la lluvia, la vegetación recién bañada y florecida, de las montañas, el calor cariñoso de la leña, de las aves que no sólo te hablan en los sueños, sino también en la realidad del día a día. Me olvido de caminar, de lo tanto que me gusta caminar; porque aquí sólo huelo combustible, sólo oigo motores y autos acelerados.

Llena de historias voy, cargada de emociones, de amores, de desilusiones. Pero aun tengo ganas de oír el sonido del agua, de tranquilizarme a través de un pequeño goteo capaz de recordarme que nunca vi a nadie en mi sueño, a nadie más que a mi misma y un par de niñes que te devuelvan la vida.