No hay nada trivial

La gente creía que cuando alguien muere, un cuervo se llevaba su alma a la tierra de los muertos, pero a veces, algo malo ocurre, y acarrea una gran tristeza, y el alma no puede descansar en paz. Y a veces, sólo a veces, el cuervo puede traer de vuelta el alma para enmendar el mal.

sábado, 28 de abril de 2018

No sé de donde aprendí a ser tan reutilizable. A veces me cuesta entender los giros del crecimiento personal; dentro de un mismo grupo unos pasan de valer mierda a cumplir los mayores sueños, otros pasan de ser exitosos y valorados a valer mierda, y otros se mantienen siempre igual; valiendo mierda o siendo felices. 

Somos tan diferentes y eso me ayuda a descubrir tantas cosas, pero al mismo tiempo me asfixia el no tener control sobre mis propios intentos de declarar la guerra contra mi misma. Es como si en alguna otra vida, una reencarnación me hubiera hecho algo terrible y ahora me estuviera vengando. 

No se va de mi esa sensación de no tener piel, de no ser parte de ninguna canción, porque estoy aquí para servir en un sólo ámbito, que responde a un día específico, una hora, un momento. Soy de baja cobertura, me siento a esperar ese momento exacto en el que el libro pase frente a mí y yo poder lanzarme e introducirme en sus páginas para ser parte de su historia. Pero siempre pasa por detrás o cuando no estoy alerta, y entonces sigo mezclándome con los momentos, con las ebrias verdades, con la lujuria que sube cuando hay soledad, o alcohol, o aburrimiento. De esa manera al caer la noche ya no sé si estoy durmiendo o estoy despierta, porque a partir de cierta fecha que no tiene precisión, dejé de reconocer la realidad.

Es increíble como el procrastinar me lleva a leer viejas conversaciones que tenía completamente en el olvido, y más allá de la melancolía, lo fuerte es darme cuenta de patrones que han estado presentes en mí desde que soy muy joven. Como esa necesidad de aferrarme a un ser inexistente, a alguien que siempre supe que no volvería a ver más, pero que en el momento era mi mejor amigo, tal como yo lo quería, más grande que yo, con más experiencia, con más conocimientos y más madurez, pero con menos tiempo y menos cariño que yo. Esa persona me quiso, me lo dijo al menos unas tres veces durante 4 años; pero también me dejaba claro que me dejaría de querer. No me respondía. Era como un diario de vida, le contaba todo lo que me pasaba en un día, le contaba mis miedos, mis penas, mis alegrías, mis sueños, todo, y su única forma de hacerme sentir tranquila era leyendo mis mensajes pero sin responder ninguno. Quizás por eso lo quería y lo necesitaba tanto, porque para mí significaba un blog reencarnado en una persona de carne y hueso, alguien que sólo decía lo necesario, que me escuchaba todas las cucarachas que pasaran por mi cabeza pero reaccionaba solamente cuando era precisa una crítica o una frase que resumiera la forma de tranquilizarme. No me expresaba amor de la forma desbordante en la que yo lo hacía, pero era parte de lo que más me gustaba hacer, valoraba las pequeñas y reservadas aptitudes que tenía. Me hacía crecer, pero no estando conmigo, sino que soplando desde lejos para que el viento me diera empujones hacia delante. Necesito más personas-blogs en mi vida, la gente de hoy por hoy me está ahogando y ya no sé como seguir aguantando tanto la respiración. 

domingo, 22 de abril de 2018

Qué tan difícil podrá ser hacernos la idea de que por mucha o poca gente que tengamos a nuestro lado, al final del viaje nuestros cuerpos se desintegran solos, porque los otros cuerpos ya se fueron. Aceptar que no nos queda más que llevar a cabo eso que imaginamos desde nuestra niñez, que sí o sí tenemos que construir una casita de madera en el sur, entremedio del frío y de la lluvia, cubriéndonos bajo mantas de lana y fogatas improvisadas, levantándonos cada mañana para preparar un mate con hojas de menta y tostadas con mermelada de mora; motivación y energía para echar a andar las neuronas recordando viejas historias y creando nuevas; inmovilizándolas en hojas impresas. Saliendo luego todas las tardes a conversar con la vida, trabajando para ti misma, para vivir. Y que los sucesos sean reales, presenciales y al mismo tiempo inimaginables. Eso es lo que queda.

Vuelve hoy a soñar en la paz. 

sábado, 21 de abril de 2018


No reconozco esta forma de ser; los amores y las traiciones golpearon demasiado fuerte en algún momento y alimentaron una fuerza destructiva que creció tanto que ahora es incontrolable, es inconsciente. Pareciera que todo lo real se esfumó y hoy vivo de corazas e incertidumbres, y es manejable, me estabiliza, me da una seguridad superficial sobre este suelo, pero es un estado tan ficticio que cuando la realidad sensible me visita me arrastra por la tierra y me escupe. 

Nunca pensé que así sería, pero quiero tener pena y dejarla volar, porque tengo ganas de sentir, de sentir de verdad. Sin embargo ahora sólo ojeo las fotos, las palabras, los momentos, pero ni lágrimas puedo saborear, y creo que es parte de vivir intensamente (o exageradamente), ya que o me hundo en la miseria o me convierto en un ser inerte y mal nacido, pero ni pensar en el equilibrio.