No hay nada trivial

La gente creía que cuando alguien muere, un cuervo se llevaba su alma a la tierra de los muertos, pero a veces, algo malo ocurre, y acarrea una gran tristeza, y el alma no puede descansar en paz. Y a veces, sólo a veces, el cuervo puede traer de vuelta el alma para enmendar el mal.

miércoles, 21 de octubre de 2020

Nunca fue la pandemia

Nunca fue eso y quise evadirlo, opté por no entenderlo. Pero era tan evidente, si todo venía siendo de esta forma desde cuando hacíamos bromas respecto al COVID-19. Estas sensaciones de vacíos y ataques desesperados llevan ya una eternidad. Es que liberé tantos traumas que quería demasiado que esto no se acabara; igual que esa vez que me rehusé a comprender una partida y ciega fui gateando a pedirle a la vida que lo que estaba pasando fuese una simple prueba, una discusión más, una dificultad para seguir; pero en el fondo no era nada de eso, era simplemente el final posándose frente a mis ojos cerrados. Así he estado todo este año, con los ojos cerrados estirando mis manos para que desconocidas me lean el destino y me digan que siga insistiendo porque todo va a estar bien y nada va a terminar. 

Quién soy yo para cuestionar creencias y cosmovisiones. Quién soy para decir que me están mintiendo. Pero intentar seguir estos consejos me está haciendo demasiado daño.

Nunca fue la distancia obligatoria que impuso esta pandemia mundial, porque manteníamos distancia voluntaria desde antes. Bueno, mantenías, porque yo siempre quiero estar lo más cerca posible. Y ahora, no se ha acabado aun la crisis que azota nuestros espacios y nuestras escapatorias; pero ya podemos vernos, podemos poner en marcha lo que siempre dijimos que queríamos hacer cuando todo acabase. Pero sigue todo igual, cada una retomando su vida a kilómetros de distancia y con un ventanal de indiferencia entre medio.

Fue divertido jugar a la relación a distancia. Enviar regalos sorpresas que llegaran a tu casa, volver a la vida que me gustaba vivir cuando era pequeña, esa de las declaraciones por mensajes. Siempre me ha encantado escribir cartas, inclusive tengo una caja llena de cartas que la guardo desde cuando tenía aproximadamente 12 años, cuando en el colegio manteníamos una costumbre que yo adoraba, de escribirnos cartas a nuestras amistades para el día de la amistad. Yo le escribía hasta a aquel con quien hablé un par de veces, y por eso debe ser que recibí muchas también, y ahí tengo esa caja hasta con un par de globos de corazones desinflados con mensajes de cariño. Así que no lo voy a negar, disfruté mucho escribirte una carta y hacértela llegar de alguna forma indirecta a tus manos. La escribí una madrugada más o menos a esta misma hora, ya que es cuando me baja el mayor grado de inspiración, pero mientras la escribía estaba escuchando una canción más esperanzadora que la de ahora, porque de alguna forma en esos momentos me sentía más tranquila y con una sensación más positiva respecto a lo que estoy sintiendo. Fue enriquecedor retroceder en el tiempo durante un par de meses, pero ya es suficiente y ya me siento atrapada dentro del reloj de arena. 

Quisiera decirte tantas cosas, pero no me escuchas y no puedo obligarte a hacerlo, así que aquí está una vez más mi más fiel y duradero amigo. No sé si realmente va a funcionar lo del viernes, porque tu falta de ganas choca demasiado fuerte con mi insistencia. Y me da mucha pena que todo quede en estos pequeños párrafos; pero si no queda de otra tendrán que quedar plasmados por si alguna vez llegas a leerlos y te enteras de lo que al fin y al cabo nunca pude decirte. 

Puede que sea producto de la coyuntura, pero estoy tan harta del mundo virtual que a veces quisiera tirar el celular por la ventana y mandarme a cambiar con la vida en carne y hueso; por eso quería verte para poder decirte todo, porque no quiero volver a los descargos por whatsapp, porque los míos son eternos, en cambio en persona ni siquiera sé cómo podría sacar lo que pasa por mi mente; porque los nervios cortan un poco más las palabras y el poder verte a los ojos lo hace todo un poco más directo y certero. 

En fin, siento que estoy como en el límite entre seguir o finalizar esta historia. Me miro al espejo y siento pena de mi misma, no de forma despectiva, sino que en serio me da pena ver cómo todo el tejido que he hecho con mis manos se va yendo de a poco a la basura. Siento que lo di todo en este capítulo, todo. Incluso siento que di más de lo que podía dar, que me hice heridas para poder abrirme aun más, para estar al nivel de persona que ambas nos merecemos a nuestro lado. Pero ni siquiera lo más que todo es suficiente, nunca nada es suficiente al parecer. Siento que esa carta que parece una simple carta, pero que es el resultado de semanas de pensar en qué escribir, en qué papel, con qué lápiz, con qué inicio, con qué firma; el resultado de hasta haber practicado para que la letra fuese legible y agradable. Es el resultado de cómo durante todos estos meses me vivo preocupando de cada detalle para que no quepa duda de que me estoy entregando entera de pies a cabeza, de que estoy colocando todo, absolutamente todo lo que queda de mi corazón en tus manos. Es el reflejo de mi intensidad, de mi preocupación por quererte, por hacerte sentir bien todos los días y con cada gesto. Pero tengo el presentimiento de que esa carta está en estos momentos guardada bajo candado con llave y va a acumular polvo y telas de araña hasta quizás un tiempo más adelante, al ser releída cuando ya todo haya acabado; para recordar que en algún momento estuve ahí sin ningunas ganas de irme. 

Todo lo que quiero decir es que me siento completamente menospreciada. Como si todos los fantasmas que no quiero volver a recordar salieran de la tumba y se hubiesen reencarnado en ti. Porque eres el conjunto de todas las indiferencias y desprecios que quise sepultar y que pensé que lo había logrado. Esto lo digo porque me duele un poco haber estado ahí siempre que lo necesitaste incluso cuando no me buscaste para ello, y darme cuenta de que yo siempre estoy sola y vivo sola mis tristezas más insoportables. No me arrepiento, y nunca me voy a arrepentir, y la verdad es que voy a seguir estando ahí pase lo que pase; simplemente pensaba que la vida era un poco más recíproca y nos daba frutos de lo mismo que una sembraba, pero no, quizás sea cosa de finalidades, y mi finalidad sólo sea escuchar pero nunca ser escuchada, acompañar pero nunca tener compañía.

Lo peor de todo es que mientras escribo esto, con pena me estoy dando cuenta de que no hay culpas en esta historia, simplemente soy una canción de la Evelyn hecha persona. Me voy dando cuenta de que es imposible querer a alguien con tanto sentimiento acumulado. Es como si me fuese a reventar con tan solo un roce. Es imposible haber querido seguir escribiendo una historia con alguien que inventa respuestas y se salta los capítulos. Con alguien como yo, que como dice la canción, por un amor yo mato y de pena después muero. Soy realmente imposible de llevar, demasiada intensidad, demasiado sentir, demasiada pena, demasiado amor, demasiado para alguien que solo quería un poquito. Así que voy a finalizar este escrito pidiéndote disculpas. Perdón por haberme salido del guion y haber comenzado a escribir mis propias líneas. Perdón por haber hecho de una simple conversación una historia de amor que se instaló en mi cabeza y no pudo salirse. Perdón por desviar todo siempre; por haber desviado una amistad y un coqueteo y haberlo llevado a esto, a algo que ya no sé como controlar; por ser la latera que te extraña mientras tu estás preocupada de cosas más serias. Disculpa, en serio disculpa por haberme encariñado tanto, por quererte tanto y por pensar en ti como la compañera que quiero para mis días.

Una vez más odiándome un poco por haber sido tan intensa; pero algo me enseñó la película de Lemebel que vimos juntas, y yo tampoco me arrepiento de haberte querido como te quiero. Sólo espero que si esto no va para ningún lado, se me pase pronto, que ya el mundo está demasiado cruel como para cargar más penas.

Siempre yo me esmero,
como una abeja obrera de tu colmena, abnegada
por no querer librar más miel que la de tus entrañas
es que yo puedo darme hasta que el beso de la muerte
me lleve al firmamento a buscarte nuevamente,
para otra vez saber nacer.
Oye, te hablo en serio,
y no sigo escribiendo ni cantando por respeto,
porque de modo alguno quiero hacerme con tu tiempo,
sólo quiero que sepas que puedes toda la vida
contar conmigo, porque guardo adentro una semilla
que siempre tú haces florecer.

Oye, yo te quiero - Angelo Escobar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario