No hay nada trivial

La gente creía que cuando alguien muere, un cuervo se llevaba su alma a la tierra de los muertos, pero a veces, algo malo ocurre, y acarrea una gran tristeza, y el alma no puede descansar en paz. Y a veces, sólo a veces, el cuervo puede traer de vuelta el alma para enmendar el mal.

sábado, 23 de octubre de 2021

De la despersonalización a la percepción con mis propios ojos

Qué difícil es poder escribir quién soy; sentarme y pensar qué es lo que veo cuando miro mi reflejo. Describir lo que me gusta, lo que odio, lo que hago bien, lo que hago mal, qué tanto he aprendido, cuánto he perdido y hacia dónde voy.

Cuando estaba en el vientre de mi mamá me querían poner Sebastián Andrés porque supuestamente iba a ser hombre. Mi papá quería mucho tener un hombre así que vengo llevándole la contra desde antes de nacer.

¿Cómo me autopercibo?... yo diría que como una niña negada a crecer y a lidiar con los costos de la vida. Es como si funcionase a puro instinto. Ayer me junté a almorzar con una amiga experta en temas del zodiaco y me dijo que yo como buena sagitario tengo mucha suerte en la vida. Y eso me hizo pensar porque puta que me han pasado cosas malas, y he tenido mala suerte en un montón de cosas, pero al fin y al cabo sí soy una persona con suerte y por eso mi estilo de vida es una locura total, avanzando a través de la improvisación, sintiendo todo con ardiente intensidad, enemistada con el equilibrio y de la mano con cada extremo, abrazando la espontaneidad y la sensibilidad pero al mismo tiempo resistiendo ante toda tormenta y flaqueza. 

Hay una canción de la Evelyn Cornejo que la he puesto más de una vez en este blog y que por mucho tiempo describió detalladamente la percepción que tengo sobre mi misma. No estoy en la cima de la sanación, pero sí he dejado de a poco de odiarme tanto y tratarme tan mal. Sentía que esa canción relataba mi forma de ser y de existir; la forma en que sentía que el mundo me veía. Dice "y quién me va a querer a mí, quién me va a querer a mi, si soy una borrachita que puras rabias vomita; y quién me va a querer a mí, quién me va a querer así, si por un amor yo mato y de pena después muero". Ese pequeño verso pudo analizar mi forma de relacionarme por completo. Porque dentro de toda esa improvisación que me ha perseguido durante todos estos años he sido una persona que partió totalmente desde abajo. Desde los inexistentes, donde los nadie, en un barrio que nadie conoce  y está totalmente aislado. Crecí en mi propia isla alejada de la vida continental. Tan desde abajo, desde la ignorancia,  sin saber expresar sentimientos, la inexperiencia, la pobreza, la falta de manejo de las situaciones, la dependencia, la ausencia de identidad, entre otras cosas. Y nada más que mis propias vivencias en la calle me enseñaron todo lo que sé hoy. No tengo títulos de medicina en universidades privadas, ni doctorados, ni magister, ni grandes investigaciones. Soy una eterna militante de izquierda, pero no tengo familiares detenidos desaparecidos ni tías militantes del Mir. Ni siquiera tengo grandes antecedentes académicos familiares. Sólo una tía por parte de papá logró escalar más alto en la intelectualidad siendo profesora de lenguaje. Mi papá es feriante, mi mamá dueña de casa. Mis otros tíos y tías tienen botillerías, negocios, venden comida; mi tía más cercana vende ensaladas afuera de su casa. Así que es verdad cuando digo que la calle en sentido figurado me ha enseñado todo lo que sé.

Pero dentro de ese mundo aislado y desconocido, supe como darme visibilidad. Porque esa forma de ser tan intensa y extremista no se lleva bien con una persona tranquila y desapercibida. Sé lo desagradable que llegué a ser para algunas personas, porque mi presencia estaba ahí, estaba viva. 

Muchas veces me han dicho que soy una persona muy visible, identificable, lo que es perjudicial para mi vida política. Pero hace años que asumí que así va a ser mi vida porque no puedo esconderme; puedo ser estratégica, puedo guardar secretos y salvarme a pura fe. Pero no me pidan que intente ser invisible; porque creo que peor que morir es que no me recuerden. Como siempre hemos dicho, sólo muere quien se olvida y yo no quiero ser olvidada, quiero ser recordada por todos mis intentos de hacerle la vida un poco más alegre a mi gente.

Y hablando de eso, quiero contar qué es lo que más me gusta de mi. Alguna vez lo hablé con mi amigo, y le dije que me gusta mi capacidad de amar y lo excelente compañera que puedo llegar a ser sin pedir prácticamente nada a cambio. Y es en serio cuando digo que no pido nada a cambio, porque nada muy bueno me ha traído ser así, pero lo sigo siendo y lo seguiré siendo porque me encanta ser así. Muchas veces he deseado encontrar y enamorarme de una persona que sea como yo (en ese aspecto). Porque conozco el respeto, la empatía, la sensibilidad, la sinceridad y si alguien logra remecer mis feromonas comienzo inmediatamente a trabajar para hacer que todos los días de esa persona sean una maravilla. En pocas palabras, me gusta mi entrega ante todo. Mi entrega ante el amor, ante las relaciones en general, mi entrega a la causa noble de la liberación del pueblo. Incluso mi entrega conmigo misma, que al interior de toda esa guerra que he tenido dentro de mí igual he sabido abrazarme y no abandonarme. 

Ha sido tan difícil escribir esta entrada que hasta aquí estuvo pausada durante varios días. Entre medio me fui a Brasil y me olvidé de la vida por un buen rato. En estos momentos volví a escribir porque entre tanta soledad y tiempo para pensar en una cuarentena obligatoria post viaje, sin intención comencé a narrar partes que aún no terminaba de conocer sobre mi misma. Y esa es otra característica mía; que soy imposible de conocer cien por ciento, debido a lo mismo que escribí un poco más arriba, a que la improvisación se apodera de toda mi escencia, y no es que un día sea una y otro día sea otra, no es que cambie de parecer brúscamente; es que soy una eterna aprendiz de la vida, y todos los días aprendo algo nuevo incluso sobre mí misma, y cuando aprendemos cambiamos, evolucionamos aunque no queramos. Entonces estoy en un constante e infinito camino de autodescubrimiento en donde cualquier persona que se adentre en él tendrá que saber que nunca llegará a ningún destino específico.

Estuve horas teniendo ese diálogo imaginado que suelo tener con personas reales pero ellas no saben que están conversando conmigo, porque en el fondo sólo estoy intercambiando ideas con mi propia cabeza. Y bueno, en ese diálogo me di cuenta de la importancia que tiene para mí sentir que aporto de alguna manera en la vida de los demás. Tengo un pésimo rechazo con sentirme un estorbo, una molestia o un problema y quizás por eso acostumbro a volar lejos cada vez que puedo. Pero yendo más allá, me di cuenta que eso igual tiene que ver con la autopercepción que he sentido de mi misma durante lo largo de mi vida. No creo que nadie en particular me haya hecho sentir un probolema (además de mí), pero es tanto el trauma -que quién sabe de dónde viene-, que soy yo quien me paro y posiciono como uno; y por eso siempre estoy a la defensiva cuando la gente se preocupa por mí o quieren hacer cosas por mí. Por eso me cuesta dejarme querer a veces; porque me ha costado encontrar el límite entre lo que está bien recibir y lo que se transforma en un abuso. 

Voy a regalarle un pedacito de este importante escrito a una persona que sin proponérselo apareció desde el otro lado del mundo y me mostró tantas cosas que probablemente ni siquiera es consciente de ello. En ese viaje a Brasil ocurrió algo demasiado importante para mi proceso. Me reencontré con el amor, con la libertad, con el presente, con la sinceridad, la espontaneidad, el deseo, el cariño, la pasión y las caricias. Volví a recordar qué es lo que quiero, lo que espero y lo que nunca más tengo que volver a aceptar. En ese reencuentro avancé 50 escalones en este descubrimiento de mi autopercepción, y me di cuenta de que por mucho tiempo estuvo tan baja y he sido tan injusta conmigo misma porque ni siquiera alcancé a identificar realmente las caricias. Es tan deprimente sorprenderme cuando me hacen sentir como un ser humano; deprimente pero al mismo tiempo magnífico porque es como un juguete nuevo para un niño que toda su vida ha jugado sólo con tierra. Ahora me miro en el espejo y veo unos ojos brillantes, derrochando alegría por recorrer mi propia piel y sintiendo cómo se suaviza y renace con el cariño de mis propios pétalos que se abren y dan espacio para recibir lo que siempre ha entregado; aunque haya sido entregado a corazones erróneos. 

Pero bueno, creo que la fluoxetina me tiene escribiendo cosas relativamente positivas que probablemente antes del tratamiento no las hubiera escrito. Sin embargo, no hay sanación sin dolor y no hay autodescubrimiento sin revelar lo negativo que suelo percibir en mí y que ha dominado la mayor parte del tiempo.

Al inicio escribí sobre sentirme de alguna forma como una niña; ahora lo reescribo pero desde otro punto de vista. Creo que todo va cruzado y se relaciona de alguna manera, pero desde siempre me he sentido como una niña que vive bajo la protección de alguien más y cada vez que ese alguien se va o se aleja, quedo totalmente desprotegida porque no sé vivir en este mundo. No tengo una buena y tranquila forma de llegar por primera vez a las personas, y eso me dificulta un montón desenvolverme inteligentemente en esta sociedad. Me cuesta llegar y hablarle a una persona, y siempre he creido que sé y que conozco tan poco a pesar de todo, que de cualquier manera voy a sonar como una extranjera esté donde esté, incluso en mi propio lugar. No sé orientarme, generalmente bajo esa improvisación como estilo de vida yo sólo camino generalmente sin saber dónde está el norte; me siento como una persona que sólo llega y hace las cosas y a veces resultan bien y otras no, pero jamás me he sentido capaz de planificar algo y ordenar mi vida. Esté donde esté y sea cual sea el tema, siempre sé menos de quién está a mi lado. 

Soy totalmente despistada porque prácticamente vivo en dos mundos, el real (el presente) y el de los sueños, el futuro, el pasado, lo inexistente, lo que anhelo. El problema es que muchas veces está casi todo mi cuerpo perdido en ese segundo mundo y no soy capaz de sentar cabeza. Por eso me pierdo en la calle, me paso en las estaciones del metro, y por eso muchas veces soy divertida para las personas y me aprovecho de esa ingenuidad para hacerles reír y ver alegría en sus rostros. Pero también me ha preocupado, porque siento que algún día moriré por algo tan banal como no haber visto un semáforo o no haber sido capaz de preguntarle a alguien cómo llegar a tal lugar antes de que caiga la noche y quede completamente sola y expuesta. Aun sigo viva, pero un montón de veces he vivido situaciones que pude haber evitado siendo un poco más precavida, más astuta, pero no, yo carezco de astucia, de ingenio. Siempre fui mala para las matemáticas, soy mala con los zudokus y horrible con cualquier juego de estrategia o que necesite algún porcentaje de tu capacidad intelectual. Cuando me explican un juego de mesa, soy esa persona que cuesta convencer de querer jugar, que al final termina aceptando para no ser aguafiestas pero que cuando le están explicando el juego está pensando en mil cosas y al terminar la explicación dice dos cosas, puede ser "sí entendí todo", o "no entendí mucho pero voy a entender mientras jugamos". Ambas afirmaciones son una mentira, al final termino haciendo lo que hago siempre en cualquier circunstancia de mi vida: improvisar; jugar sin entender el juego pero seguir jugando. Y creo que así vivo la vida, sin saber cómo vivirla pero viviéndola de todos modos. Y ahí es cuando pienso que sí soy una persona con suerte, porque pese a no saber nada, he podido sobrevivir hasta aquí y he conseguido aprender tantas cosas sin haber tenido nada planeado, sólo caminando y arriesgándome, dando el todo o nada. 

En fin, siempre he pensado que en una serie como el juego del Calamar o algo así, claramente yo sería la primera eliminada porque no tengo esas habilidades admirables de los personajes de sobrevivir con inteligencia. Y si mi avión se estrella en una isla lejana, no viviría más de una semana porque no encontraría las herramientas necesarias para lograrlo. Sería ese personaje que se muere en la primera temporada y después sólo aparece como un recuerdo o como un fantasma. Pero a falta de todo eso, creo que tengo conmigo la intuición y la suerte; que muchas veces fallan pero sí me han permitido estar hoy aquí pese a tanto.


martes, 27 de julio de 2021

La tristeza mi musa

 ¿Llorar me da serotonina? Quizás suene absurdo; pero me di cuenta de que en todo este tiempo que llevo con bajas de serotonina; miedos abrumadores y crisis extravagantes de cosas que antes no conocía, no he llorado absolutamente ningún día por dramas internos. Como que en algún momento todo se puso demasiado serio, y creo que me hacía falta una noche de desvelarme escuchando conciertos y llorando sin siquiera saber por qué.

Es que esta siempre fui yo. La intensa, la protagonista de telenovela, la que sueña con despertar en Seattle con el paisaje lleno de nieve y gente despeinada usando camisas de franela cuadrillé. Porque Seattle es como ese imaginario de lugar triste y sencillo. De pueblo pequeño con tabernas quitapenas, con amores culposos y familias desarmadas.

Es absurdo también que alguien sueñe con un lugar así. Pero es que así soy y eso no me hace depresiva, la depresión ha venido por otros lados y ha sido totalmente diferente. Puedo tener controlada la depresión y mientras más lo haga más lloraré porque estaré liberando serotonina. Porque llorar me hace humana y sentirme humana me hace estable.

Por eso me gusta tanto escribir. ¿Cuándo han conocido escritores que sólo escriben felicidad?; si la pena inspira y libera.

De hecho hace tiempo no sentía esta necesidad incontrolable de derramar lágrimas a través de los dedos.

Chris Cornell, Maquinaria Chile 2011


miércoles, 21 de julio de 2021

La muerte y el miedo

Creo que la primera vez que comencé a experimentar el miedo fue con las historias y películas de terror; como la mayoría de les niñes. Le temía a un jocker mirándome desde la luna y a que un pájaro violentamente me allanara; pese a que era un relato del sur. En el fondo, sentía miedo de mi misma y del poder de mi mente para controlar mi vida. La historia del tué tué me asustaba porque se supone que él venía si uno repetía tres veces su nombre. Perfecto, era tan simple como no mencionarlo; pero ahí venía mi mente a atormentarme la vida repitiendo el nombre una y otra vez sin que yo pudiese controlarlo.

De tantos miedos me hice cristiana. Mi abuela vivía la vida a puros rezos y a la fe en que alguien nos protegía desde arriba. Así que yo decidí hacer lo mismo; e independiente de todo lo que podamos decir de las religiones, es algo a lo que le sigo encontrando sentido; independiente de en qué creemos; pero mientras creamos en algo, los niveles de miedos y ansiedades bajan. Y a los pobres como no nos quedan muchas opciones y tenemos que construirnos nuestros caminos a base de sacrificios y penares, la fe en alguien, en algo, nos salva de la desesperación un poco. En fin, la cosa es que un día luego de ver la película de Kill Bill, específicamente la escena en donde a la protagonista la entierran viva; comencé a experimentar un miedo que no tiene mayores explicaciones. En la escena el personaje con su audacia logra salir de eso, y eso es lo que a la mayoría de las personas les queda; pero yo después no me podía sacar de la cabeza la imagen de personas enterradas vivas. Desde ahí que cada vez que pensaba en eso comenzaba a tiritar y a sentirme nerviosa. Creo que desde pequeña que vengo desarrollando cuadros de ansiedad. Luego eso se me formó un trauma, que hace poco logré soltarlo un poco, porque por fin pude hablarlo con mi gente cercana y lo dejé escrito en un cuaderno en caso de irme de este mundo. Escribí lo importante que es para mí que no me entierren; y eso me alivia un poco al saber que después de morir no habrá ninguna posibilidad de despertar adentro de un cajón. Sin embargo; sigo teniendo un tema con la muerte en general. Porque ya no soy cristiana, y dejé de creer en lo que antes solía tranquilizarme. Entonces me ha costado pensar en ello con calma y desprenderme de los miedos. 

Por un lado tengo un tema con la muerte personal; porque creo que me mata la incertidumbre de no saber qué va a pasar. Ya no cabe tanta ansiedad al pensar que de repente podemos dejar de respirar mientras todo a tu al rededor sigue funcionando normal. Si me carcome la mente el funcionamiento de la vida, con mayor razón el funcionamiento de la muerte. Ya en estos momentos me cuesta encontrarle el sentido a tantas cosas; y sé que podemos vivir sin que necesariamente nos haga sentido la vida, pero a mi esas ideas me dan vuelta una y otra vez. Me vuelve loca pensar en por qué a mi me tocó habitar este cuerpo; pero más loca me vuelve pensar que en cualquier momento puedo dejar de habitarlo y no sé qué sigue pasando.

Y por otro lado, está el tema de la dependencia emocional. El dolor de perder seres queridos es un dolor que yo sé que mucha gente puede soportarlo. Es como si esa gente hubiese venido preparada para enfrentar esos momentos; y siento que yo nunca lo estuve y nunca lo estaré. Hay personas que si se llegan a ir de mi vida; simplemente la destruirían y nunca podría recuperarme. Sería mucho más que un dolor, que una pena; porque básicamente yo no podría seguir viviendo sin ciertas personas al menos hasta que hayan vivido lo suficiente. Y eso es lo que me atormenta día a día y por lo que no puedo estar completamente tranquila. Porque además tengo dependencia; y a pesar de que estoy en un camino largo y lento de desprenderse y comenzar a caminar sola, aun me cuesta hacerlo y sigo necesitando que me den la mano. Todavía no puedo avanzar sólo conmigo misma. Y el tema de la muerte lo único que hace es ponerme escenarios en donde voy a estar sola, ya sea muriendo yo o perdiendo a alguien. 


viernes, 28 de mayo de 2021

Que fuerte es el peso de la historia de tu linaje. Qué suerte aquellas personas que no cargan con traumas externos. Que suerte de quienes viven una vida sin sentir la acumulación infancias abusadas, arrebatadas o sumidas en la miseria. 

Qué fácil debería ser salir corriendo y armar mi vida sin importar esa historia que llevo arrastrando. Sin sentir culpas por cortar las cadenas que de alguna u otra forma crearon la persona que soy. Sin odiarme por abandonar a quienes no tuvieron el coraje de hacerlo y se quedaron cultivando las cenizas de todas esas malas pasadas. 

Siento como si en serio fuese yo la elegida para sentir todo lo que le hicieron mis antepasadas a mis padres y abuelos. Como si yo fuese ese punto de quiebre que ya no puede seguir trayendo más personas al mundo a quienes pasarle la mochila llena de traumas y sufrimientos, y por ende yo me quedo con esa mochila y me toca ver cómo deshacerme de ella.

Lo único que puedo prometer es que haré lo que pueda para que ese momento sea lo más consciente y respetuoso posible. 

Que duro es partir justo en el momento en que ya no sentía esos deseos de libertad. Que duro es tener que partir en búsqueda de sanación; tomarme a mi misma de la mano y llevarme a otro lugar donde pueda estar más protegida. Me siento como mi propia madre y padre a la vez; sola frente a un mundo que se me viene encima pero en donde definitivamente ya nadie más puede ayudarme. 

Quizás eso fue lo que debieron hacer todos y todas antes de decidir traernos al mundo. Que diferente sería todo si cada persona se preocupara de cuidarse a sí misma y lograr la sanidad mental antes de querer traer a alguien al mundo. Porque nos traen sin nuestro consentimiento y nos tiran toda su historia llena de traumas que ni ahora están dispuestos a trabajar.

Desde chica siempre soñaba con este momento. Pero lo soñaba diferente. De partida iba a ser a temprana edad, a los 18 más o menos, cuando estuviera en pleno goce de mis libertades enfrentado a las restricciones de mis padres. Lo imaginaba como una confrontación en donde no me importaba nada, yo sólo guardaba mis cosas y me iba a donde fuese. Lo soñaba como un momento de rebeldía que culminaría cuando ya disfrutase todo lo que tuviese que disfrutar, y después de ese período todos los humos se tranquilizarían y yo comenzaría a madurar y a valorar los momentos con mi familia y seres queridos. Como de película.

Pues me marcho recién a mis 26 años. Sin ningunas ganas de hacer locuras ni por libertades coartadas. Me voy a estar tranquila en otro lugar; donde pueda trabajar, concentrarme y tener una vida de adultos sin fantasmas atormentándome ni problemas que no están en mis manos. Me voy con pena, y con una intranquilidad inevitable por dejar a mi mamá. Aunque ella me diga que todo está bien; mi corazón sufre porque sabe que no lo está. También con un dolor gigante por dejar a mi bebé; que si bien no fue alguien a quien traje al mundo, sino a quien rescaté de este mundo, y aunque no la dejo sola porque queda para mi tranquilidad con el cariño y cuidado de mi mamá; la voy a echar tanto, pero tanto de menos; que no puedo ni imaginarlo. Cuando he salido por una semana de vacaciones se me hacen desesperantes los días sin ella. Ojalá los gatos tuviesen la capacidad de reconocer cuando uno hace ciertas cosas porque hay que hacerlas; para que no se olvide de mí y si en algún momento vuelvo a dormir aquí haga como si nada pasara y se venga a acostar conmigo como siempre.


Que fácil debe ser irse de buena manera. Porque ya es momento, porque ya tenís un trabajo estable y la independencia económica suficiente como para vivir por ti misma. Es re duro tener que irte sin nada estable y por razones de fuerza mayor.

Ojalá que en un par de meses vuelva a leer esto con la vida un poco más arreglada; sintiendo que todo valió la pena.

lunes, 24 de mayo de 2021

 Es increíble pensar que podría volver hasta al peor momento de mi vida anterior y soportarlo, porque nunca nada fue tan difícil. Hace un tiempo que me dejaron de importar tantas cosas. Me dejó de importar el fracaso, el autoestima, las notas, las peleas con amistades. Me dejaron de importar los amores, y también los desamores; aunque más los desamores porque a pesar de que le tomo menos importancia, me sigo enamorando como una novata que nada ha vivido. Me dejaron de importar mis historias, mis desenlaces. 

Porque de un momento a otro llegó un cruce en la historia de la humanidad que me situó a mi frente a mi misma y con eso todo se desordenó, o mejor dicho, comenzó a ordenarse a partir de desarmarlo todo. Y con esto supongo que tengo que volver a los inicios de mi vida, y descubrir qué cosas gatillaron realmente estos problemas; problemas que ya no son una pena, no constan de heridas en el corazón por personas que no saben querer. 

En algún momento reducía toda mi vida a esos episodios, y creaba un drama sin final en donde siempre era la víctima. Hoy con tantas cosas, no quiero invalidar mis propios sentimientos y emociones, pero puedo decirme a mi misma en caso de que vuelva a pasar por algo similar, que todos esos dolores son efímeros y se olvidan; y la única razón por la que duelen aun más es porque una misma lo permite. Suena super cliché y fácil de decirlo y no de llevarlo a cabo; pero así es. 

En el fondo nadie me ha hecho tanto daño como yo misma, que he permitido que me disparen balas sin siquiera defenderme; porque algo hay que me impide quererme tanto como he llegado a querer a otras personas por las cuales daría todo por protegerlas. Conmigo nunca he sentido esa sobreprotección y eso es lo que duele al darme cuenta; porque yo también fui una niña a la que trajeron al mundo y nunca quiso hacerle daño a nadie. Yo también nadé en inocencia y sueños y una personalidad única. No sé por qué comencé a odiarme tanto que no me importó lo que pasara conmigo, y me dejé abandonada al alero de como la vida me tratase.

En fin, sentada frente al espejo he descubierto que todas esas cosas que nunca traté, llegaron para hacerse visibles y ya nada puede frenarlas. Cómo no van a pasar a segundo plano las cosas superficiales de esta vida, si lo que hoy está en juego es mi salud?. Y sinceramente, creo que prefiero ser una persona enferma físicamente pero sana mentalmente, que al revés; porque con sanidad mental puedes enfrentarlo todo; en cambio con trastornos mentales hasta el más mínimo desastre gatilla crisis. 

Estoy en un proceso de autodiagnósticos porque me he rehusado a volver al psiquiatra y tomar pastillas. Aunque creo que voy a terminar cediendo muy pronto. Pero el punto es que con los autodiagnósticos he encontrado nombres para todo lo que he venido experimentando desde hace tiempo y nunca he sabido como explicarlo.

No hablaba de esto porque no sabía cómo explicarle a alguien que a veces de la nada, absolutamente de la nada, siento un pequeño mareo y comienzo a sentir que estoy flotando, que la realidad se vuelve demasiado extraña, que el tiempo sigue avanzando y las personas siendo ellas mismas y a mi me comienza a desesperar no poder seguir ese mismo ritmo, porque comienzo a cuestionarme por qué me pasa eso, qué se sentirá ser aquella persona que acaba de pasar al frente mío, ¿esa persona también pasará por este tipo de cosas?; todas esas sensaciones comienzan a angustiarme de a poco, porque siento que pierdo el control de lo que pasa en mi interior y a mi al rededor; que me estoy volviendo un poco loca y no sé como pararlo, y tengo que respirar, tengo que decirme que ya va a pasar mientras sigo funcionando y haciendo como si nada pasara. Yo pensaba que eran meras crisis de pánico, siempre dije que eso era. Pero al parecer existen un millón de desordenes cerebrales con nombres que se asemejan más a las cosas que me pasa. He leído sobre la despersonalización y la desrealización y es así tal cual.

No sé qué ha pasado pero también he comenzado a sentir miedos inexplicables. Yo, que siempre me he caracterizado por ser media loca y vivir la vida sin miedo a nada; que incluso me he expuesto al peligro incontables veces porque realmente nunca había sentido miedo a las cosas que me puedan pasar. Pero ahora estoy con un miedo constante, que llega todos los días, a veces dura más y otras veces menos pero siempre está. Y no sé a qué le tengo miedo, no sé si es a morir o a seguir viviendo esta vida. Tengo miedo a que nada tenga solución y termine siendo un caso más de suicidio o de internación. Miedo de que los años sigan empeorando, de que esta pandemia no se acabe nunca y nunca pueda disfrutar el goce de sentirme sana. Porque tengo tantas, pero tantas ganas de sanar y saborear la tranquilidad; que me da miedo no lograrlo.

Me di cuenta que mi problema con la marihuana y drogas alucinógenas no tienen nada que ver con “estar en un momento difícil”; sino que tiene netamente relación con condiciones de salud mental. No me voy en una buena o mala volá por estar con gente de confianza o no, ni por estar en un lugar tranquilo o no. Me voy en mala volá porque tengo trastornos de angustia, de ansiedad generalizada, tengo personalidad limítrofe y sufro despersonalizaciones y desrealizaciones. Y esas drogas intensifican todas esas sensaciones y las hacen más duraderas. Es tan así que ya todo me está haciendo mal. El alcohol ahora se está uniendo a la familia de cosas que debo dejar porque me hacen daño. La comida, el tabaco, todo lo que haga en exceso me genera psicosis y desata crisis que se prolongan durante días y semanas.

Finalmente me situaron frente a mi misma porque mi mente ya no daba más con todo lo que me estaba maltratando a mi misma y necesitaba hacerme ver que las cosas no pueden seguir igual y que ella necesita un largo descanso para recuperarse de tanto daño.

Lo bueno es que no me parece tan mala idea y sólo pido tener la fuerza de voluntad suficiente para salir de esta de forma correcta. Si al final también me di cuenta de que me gustan otras cosas y me siento cómoda estando sobria y cuerda y la gente que se ha ido de mi vida es gente que nunca me hizo realmente bien y sólo potenciaba mi evasión de la realidad y me alejaba completamente de la confrontación con los problemas y los trabajos pendientes.

Y como lo escribí en otro lado, estoy viviendo a pura fé y resistencia. Ni siquiera tengo claro en qué tengo fé, pero la tengo; y creo firmemente que nada de esto va a ser en vano. Así que eso, váyanse a la chingada que ya no tengo cabeza para pelotudeces.

domingo, 4 de abril de 2021

Después de hoy

 El tiempo vuela y la vida camina. 

Te juro que no estuve atrapada. No habían llaves extrañas ni escondites ni evasiones; nada de eso. Sólo fui yo tratando de entender un poco la vida. He sentido, sí, he sentido mucho, y he pensado tantas cosas que no sé como lo haré para resumirlas todas en una entrada.

¿Qué piensan ustedes de la muerte?. Yo por primera vez en mi vida estoy pensando en esa pregunta a partir de la muerte de un ser querido. La única vez que había perdido a alguien cercano fue cuando murió mi tata, pero yo era pequeña, lo que no quiere decir que no entendiese nada, pero veía y percibía las cosas de una forma totalmente diferente como todes les niñes. El sufrimiento más agudo que experimenté en esos entonces, fue la pena por empatía; porque el ambiente era tan triste que yo no podía no estarlo. Sin embargo, creo que les niñes a pesar de todo, tienen una percepción más madura y certera respecto a la muerte. Es como me dice la cosmovisión en la que yo creo y lo que dicen muchas religiones y cultos. Se supone que no solamente somos un cuerpo amoldándose, también somos un alma que trasciende todo lo que podemos explicar. Incluso creo que la vida es un cautiverio incluso para quienes nacieron en cuna de privilegios. La vida en sí, en general, desde la vida de una hormiga hasta la vida de cientos de seres humanos desde El Cabo de Hornos hasta Australia... este pequeño habitar es un espacio en donde se nos permite sentir miles de emociones al mismo tiempo, en donde se nos permite sufrir, volvernos locos, depresivos, vengativos; en donde podemos mandar todo al carajo y morirnos por decisión propia. Pero ahí llega ese momento ¿qué es la muerte?, si dejamos de habitar todas estas minúsculas calles llenas de rayados sobre lecciones que nunca aprendemos y pasamos a habitar otro espacio; claramente no nuestros cuerpos, porque eso es prácticamente lo que pasa con la muerte, se desintegran nuestros huesos, nuestros músculos; toda nuestra apariencia se reduce a una descomposición devorada por insectos o bien, a un puñado de polvo; y nuestra alma es libre. Yo no creo en el imaginario cristiano del cielo y el infierno y no pienso en el más allá como el cielo lleno de animalitos y a Jesús blanco y rubio con una túnica blanca caminando en las nubes. Pero sí creo que nuestras almas van hacia un espacio que prácticamente no podremos describir nunca en vida. Y creo que se vuelven libres; libres de toda la locura que se nos mete en la cabeza en este mundo terrenal dominado bajo un sistema que aspira a la desigualdad máxima y a la desesperación por sufrimiento de más de la mitad de la existencia. Se vuelven libres de pensar y pensar y pensar y sobreanalizarlo todo; libres de nosotrxs mismxs y el daño que nos autoprovocamos. 

Pero si así es, y si así lo creo, ¿por qué cuando llega el momento cuesta tanto dejar partir? ¿de dónde nace ese apego al contacto visual y de piel con las personas?. Esas son las preguntas que me he hecho, porque a pesar de que siempre pensé que estaba preparada para este momento, el 27 de marzo me plantó sendo charchazo en la cara y me demostró que nunca lo estuve, porque ahora que es tiempo de despedirse, me cuesta. Y viene todo, vienen las culpas, los remordimientos, los recuerdos, las fotos, los olores, los momentos, el no poder entender que no voy a ver nunca más a esa persona, nunca más.

Pero también vienen otras cosas. Vienen nuevos aires y una nueva versión de mí. Porque así funcionamos, siempre valorando algo cuando lo perdemos, arrepintiéndonos de lo que ya hicimos. Siempre llegando tarde a todo. Y después de una pérdida recién vine a interiorizar la importancia de vivir el tiempo que sea que tengamos. Tantas veces que me he querido morir por situaciones tan banales. Todo lo que sé es que no quiero volver a sentir esa sensación de que no aproveché la compañía de alguien al máximo; y por la primera persona que quiero partir es por mi misma. Mi püllü nunca me va a perdonar no haberme disfrutado lo suficiente en vida, no me perdonará no haberme perdonado. Así que parte de perdonarme por todo, por haberme maltratado tanto, es querer vivir.

Ha pasado tanta agua bajo del puente que tengo un río gigante en mi hogar!, pero para no ensuciarlo le estoy prohibiendo la entrada a fantasmas de mi vida pasada. Hoy es de frente y hacia adelante.

 

domingo, 31 de enero de 2021

Fin.

Se termina enero y da igual, sólo tiene más suspenso decir que vengo a escribir esto porque comienza un mes nuevo, un año nuevo, un ciclo nuevo, qué se yo, pero no, en verdad ni siquiera había mirado la fecha, sólo necesito responder de alguna manera lo que ya quedó enterrado, pero junto con ello quiero enterrar también las reflexiones que me quedaron dando vueltas en la cabeza.

La primera reflexión que hice fue un tanto dolorosa y autodestructiva. Lo único que me dejaron un montón de líneas fue el esparcimiento de esa sensación de abandono que la machi había revivido en mi conciencia. Ella me hizo ser consciente de ello, luego se intensificó. Ya que siempre utilizo libros para describir metafóricamente ciertos acontecimientos, pensaba en todo esto como un libro de tu vida, de tu transitar. En ese recorrido de autodescubrimiento, de reencuentro contigo misma, de búsqueda, de sobrellevar dolores, personalidades que dejaste atrás y no sabías como volver a ellas, en todo ese camino tuvo que salir alguien herido para que pudieses tomar conciencia de los actos, de la vida, de ti misma. Tuvo que haber daño para poder empezar a poner en práctica ciertos cuidados, para cambiar, para volver a ser quien fuiste quizás, para no querer volver a hacer lo mismo. Tuvo que romperse un corazón para que pudiesen llegar otros a disfrutar de la parte buena, de la parte recompuesta, de las nuevas versiones, de la persona mejorada. Y simplemente en esa historia, a mi me tocó ser el sacrificio humano. El que quizás sacó lo mejor a costa de haberse accidentado con graves lesiones. 

Ya no sé qué tan así sea; lo único que sé, es que aunque los personajes secundarios no podemos elegir nuestra historia dentro de los relatos ajenos, mi segunda reflexión es que yo también tengo la mía en donde no soy secundaria, y esa historia se entrelazó con la tuya en algún capítulo, pero mi libro es larguísimo y ese capítulo es uno de los más cortos; y en el capítulo de mi libro no voy a dedicarme a mirar desde la ventana, mientras me desangro, cómo yo forjé esa parte de tu historia, cómo a través de mis heridas otras personas están escribiendo sus capítulos entrelazándose con los tuyos. Así que de tan grave fui a urgencias y después de un día entero de analgésicos, de suero, camillas, inyecciones y cosas varias, me recuperé y volví para ponerle fin a una parte de mi libro que sólo me dejó cicatrices curables en un largo recorrido de accidentes.

Finalmente, mi última reflexión y la más reciente, es que tenís el ego demasiado alto. Y mi blog sabe que no hablo del autoestima, ni del amor propio, porque esas son cosas buenas. Hablo de ese ego maligno, que en verdad es bastante común en mucha gente. He vuelto a releer todo y lo único que leo es ego y más ego. Y si hay algo que siempre me ha cargado en esta vida son las disputas de egos y la invisibilización de tu entorno producto de ello. Así que na' po, ojalá te bajis un rato del pony, aunque si le doy gracias a ese ego de algo, de haberme bajado los humos a mí, respecto a lo que pensaba de tí, por haberte bajado de la nube en la que te tenía, porque con todo, se me ha hecho todo un poquito más fácil.

Tanta vida caminada, y quizás en estos momentos no me sienta bien porque me duele el útero de una forma abominable y me he sentido un poco rara con todo esto de la lluvia y los reencuentros y los sueños y hacer cosas que nunca había hecho, pero como dice esa voz digital que estoy escuchando todas las noches, no somos lo que sentimos, y no me puedo identificar con un sentimiento de momento, vivo el sentimiento, pero después se va así cómo mi útero me va a dejar de doler. Así que en general, puedo decir que estoy bien, porque hay pena, hay confusiones aun, hay un poco de resentimiento, hay fantasmas volviendo, pero estoy en el camino correcto y sigo caminando sin desviarme. ¿Cómo lo sé? porque he aprendido. He ahí un ejercicio para luchar contra el ego. Aprendimos de todo lo que nos pasa, y si nos pasan puras cosas malas aprendemos el doble. Hoy siento que aprendí a no asesinarme, a controlar mis emociones y a entender que esas emociones no me definen. Aprendí a sanarme las heridas más rápido y a no dejar que se me infecten. Aprendí que si todo se me repite es porque estoy constantemente pensando en ello. Por eso sé que estoy en un buen camino y está bien servir de algo, aunque sea de ejemplo.

Chaito no más !

domingo, 17 de enero de 2021

Taller para aprender a cuidarse el corazón.

Todos sabemos que la gente no nace mala, se convierte. Se convierten en domésticos, en asesinos, dictatoriales, poderosos, psicópatas, abusadores, ausentes, y un infinito etcétera. Pero si es así, ¿por qué yo no puedo convertirme?, llevo tanto tiempo soportando un dolor que lo único que quiere es salir corriendo devuelta a todos quienes me lo causaron. En lo único que me he convertido con el paso de los años es en payaso de tanto que intento endurecerme el corazón sin ningún resultado. Quisiera tener la receta para poder protegerlo sin cruzar los límites; sin intentar convertirlo en piedra, simplemente colocando una delicada pero resistente tela transparente que evite cualquier daño. 
No sé por qué salí tan buena persona; a veces no me gusta serlo. No sé si será herencia familiar, no sé si será que mi mamá me habrá enseñado cosas muy buenas cuando era pequeña, no sé si simplemente me tocó serlo. Pero en este mundo, en este sistema de poder descentralizado, a las buenas personas siempre les toca lo peor; el sufrimiento, las tragedias, las pérdidas, la pobreza, el hambre, la desolación, la decepción, la desesperanza. Es como un camino infinito de esmeros y destrozos, en donde lo único que tenemos es nuestro propio consuelo, de vernos tan resistentes al dolor que creemos que somos capaces de todo y nada nos matará.

Que la pena me bote en un río y entre corrientes me crezcan alas de insectos para poder volar y no volver nunca más donde me traten mal, no volver nunca más donde me hagan daño. Aquí lo dejo escrito.  NUNCA MÁS CONCHETUMARE, NUNCA MÁS.

Las personas que le hacen daño sin ninguna necesidad a quienes sólo le entregaron cariño, a quienes a pesar de sus heridas, supieron estar para ellas siempre, ahogándose en sus propias penas y con los brazos abiertos para contener, acompañar, amar, entregarse; a quienes sólo hacían cosas para verlas felices; las personas que le hacen daño a corazones frágiles, intensos y sinceros, son la calidad de persona con la que no quiero volver a tropezarme nunca más. La frialdad es burguesa. El amor es de clase. 

Y como resentida social que odia a la burguesía, aborrezco el desinterés y la irresponsabilidad afectiva entre quienes deberíamos caminar una misma vereda, evitando hacernos daño entre nosotros porque así nos quiere este sistema, así me quiere a mí y a todas las personas que quiero, nos quiere deprimidos y sin fuerzas, nos quiere pensando que no hay esperanzas, nos quiere infelices. Por eso nunca podré ser mala, aunque quiera, aunque me agrade la idea de dejar de ser dañada y ser yo quien mira con frialdad y desprecio. Simplemente no puedo, lo único que puedo hacer es aprender a cuidarme el corazón para que no me lo sigan destrozando quienes aún no aprenden a querer.

Nací con las alas cortadas
me duele el alma y la guitarra,
nací con las alas cortadas
me duele el alma y la guitarra.

A esa negra mariposa la retaban tanto tanto
un dia no aguanto el espanto, un dia no aguanto el espanto
si vieran como lloraba, si vieran como sufría,
un dia ideaba un plan muy siniestro muy mortal
pero nada se le ocurría, pero nada se le ocurría
pues su bondadosa alma la maldad no conocía.




Negra Mariposa - Evelyn Cornejo.