No hay nada trivial

La gente creía que cuando alguien muere, un cuervo se llevaba su alma a la tierra de los muertos, pero a veces, algo malo ocurre, y acarrea una gran tristeza, y el alma no puede descansar en paz. Y a veces, sólo a veces, el cuervo puede traer de vuelta el alma para enmendar el mal.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Cierra los ojos y piensa en otras hueás.

Esto no está funcionando. Conciencia tuve (y tengo) de que en ningún momento las cosas comenzaron a salir bien, pero no creo en las estructuras. No me importa si empezamos al revés, o si el mundo se voltea en frente de mi; siempre estaré dispuesta a recibir sorpresas... de mí para mí. 

Esperé tanto para volver a esto, no sé que pasaba por mi mente. De hecho, no pasaba nada, ese era el problema. Tenía un corcho atravesado en mi pecho, que impedía el paso de pensamientos sensibles y espontáneos, esos que nacen en mi cabeza, bajan por la garganta, luego se dividen y se desplazan por ambos brazos hasta llegar a las puntas de mis dedos para finalmente salir y permanecer en una pantalla. Eso ya no estaba sucediendo. Me negué tantas veces a asumir que no he dejado de cometer errores. Lo peor de todo, es que durante el tiempo en que mis dedos estuvieron inmóviles, el resto de mi cuerpo no hacía nada más que esperar; especialmente mis ojos, que sólo querían ver una incoherencia nuevamente, para aclarar que nada ha terminado, al menos no de esta forma tan desagradable. Y así esperé, esperé tanto.

Veintiuno de noviembre ya. Pensé tener superado esa etapa en donde me atemorizaba el paso del tiempo. Aunque no siento miedo en estos momentos, pero creo que jamás dejaré de cuestionarme sobre el tic-tac, a pesar de que no tenga sentido hacerlo. Me vino el ridículo recuerdo de qué estaba haciendo yo, qué estaba pensando, qué sentía, cuáles olores rodeaban mis orificios nasales, y cuáles melodías perturbaban mis oídos hace exactamente un año atrás. Cuando no hacía nada más que escribir sobre lo extraordinario que era estar viviendo el final de una etapa tan importante como lo era (para mí) toda la vida escolar; y con eso, iba también la desmotivación "preuniversitaria", los vínculos con compañeros y profesores, mi rebeldía contra las autoridades, entre otras cosas. Y así pasaban los días, y yo estaba cada vez más desesperada por detener todos los relojes del universo, hundida en una rutina que terminó haciéndose cómoda, temiendo al "qué vendrá después", sin imaginar que estaría aquí, escribiendo después de no escribir hace más o menos 3 meses, atormentada por una historia repetitiva, por frases clichés que salen desde mis labios, con un nuevo tropezón, agotada... irritablemente agotada.

El re-comienzo parte desde la mente, desde los sueños, por eso esta noche no voy a imaginar ni soñar con ese azul marino, porque así empezaré a reconstruir mi vida, aunque sea ya como el noveno intento.

Pearl Jam - Hold on