No hay nada trivial

La gente creía que cuando alguien muere, un cuervo se llevaba su alma a la tierra de los muertos, pero a veces, algo malo ocurre, y acarrea una gran tristeza, y el alma no puede descansar en paz. Y a veces, sólo a veces, el cuervo puede traer de vuelta el alma para enmendar el mal.

miércoles, 21 de junio de 2023

Volver

El tiempo ya no vale lo mismo que antes. Qué importa que pasen uno, dos, tres años, si al final los relojes no perdonan. Quizás este espacio estuvo durante un largo período siendo mi tratamiento contra todos estos males del alma. Fue mi fluoxtetina, mi escitalopram y mi clonazepam. Fue mi psiquiatra, mi psicólogo y mi neurólogo. Fue mi terapia alternativa, las agujas en mis orejas y en los puntos problemáticos de mi cuerpo. Fue una constelación que reveló todo el peso que contenía la mochila que cargaba mi espalda. Fue un huevo para equilibrar el piso pélvico que nunca usé. 

Quizás cuando era pequeña escogí la escritura para poder acariciarme por las noches y que no me vencieran los miedos; porque de niñes solemos ser más sabios que en el presente, a pesar de que ahora tenemos más experiencia. Generalmente se dice que es la experiencia la que te hace sabio, pero yo creo que en ocasiones, ésta sólo te vuelve un poco loco, porque son tantas las cosas que vives y tantas vueltas que da el mundo a tu al rededor que nos mareamos, nos emborrachamos y perdemos el rumbo y la conciencia. En cambio creo que hay un toque de ingenuidad en el secreto para la sabiduría. Ese preciso momento en donde no conoces absolutamente nada y todo lo que llega a tu vida te parece novedoso e interesante. Cuando aun no conocemos el dolor, las heridas internas, cuando aún no buscamos encontrarle sentido a la vida sino que simplemente nos encantamos con ella porque recién la estamos conociendo. Ese es el segundo en donde más radica nuestra sabiduría; porque estamos libres de prejuicios y de daños sociales y somos capaces incluso de saber qué es lo que más adelante vamos a necesitar, porque cuando ya el dolor nos ciega nos volvemos incapaces de reconocernos y entender nuestras propias señales de auxilio. Por eso en estos momentos sólo pido que la niña que una vez fui me tome de la mano y me rescate del infierno en el que se convirtió mi propia mente.

Hace unos días en un evento social, no podía dejar de analizar a cada persona que estaba ahí e impresionarme por lo alejados de la realidad que viven realmente la mayoría de las personas. Ninguno escuchaba realmente al otro, sólo hablaban y se interrumpían entre sí porque encontraban que no había nada más interesante que lo que ellos tenían para contar. Y tampoco les importaba si el otro lo estaba escuchando realmente, eran como máquinas transmitiendo historias y atentos a cualquier tema de conversación para ver cómo podían hacerse protagonistas de cualquier vivencia. Y ojo que no los estoy criticando, al contrario, yo observé ese suceso con compasión; tampoco desde la altura porque yo no estoy en una posición muy diferente. Yo escucho pero no porque sepa cómo actuar en este mundo, sino porque no sé conversar. De hecho, muchas veces estoy sentada poniendo caras como si estuviera atenta a lo que me están contando pero la verdad es que no estoy entendiendo nada y en mi mente hay otra historia desarrollándose. Es todo un ir y venir de desahogos y evasiones; sobre todo lo último. Al final, esos eventos sociales son creados para que justamente este tipo de personas evadamos la vida misma a través de creer que estamos funcionando con normalidad dentro de un sistema que nos convierte en esclavos de la rutina y nos manipula con la idea de que esa rutina que completamos de lunes a viernes, o de lunes a sabado o de martes a domingo se convertirá en una pequeña caja con anécdotas que revelaremos el día que estaremos libres y "decidamos" reunirnos con otras personas a beber, compartir, drogarse, o hacer cualquier actividad que nos junte con nuestras amistades actuales, ya sea sana o no, la finalidad es la misma: despedir la semana que pasó, evadir la vida, fingir normalidad.

Sueno tan oscuro, pero todos a mi al rededor saben que tengo razón. Y yo que también estoy dentro de este juego, creo que quiero comenzar a buscar la forma de salir y quizás esa es la razón por la que hoy, 21 de junio, solsticio de invierno, we tripantu, en pleno nuevo ciclo decidí volver a escribir. Decidí estar quieta hoy, y recordar quién fui alguna vez y conectarme con esa persona. No me interesa encontrarle sentido a nada, porque sé que nada lo tiene, sólo quiero vivir lo que tenga que vivir con la tranquilidad de no rendirle cuentas a una plataforma virtual, ni a una sociedad pauteada. Vivir una vida lo más real posible y con ese equilibrio que en 28 años no he sido capaz de encontrar entre tener los pies en la tierra y soñar constantemente.

Invierno - El tiempo lo probará

lunes, 16 de enero de 2023

La ansiedad dijo

 Sólo vivo el día a día tratando de convencerme de que los retrocesos son parte de la vida y que no significa realmente empezar desde cero, sino que son procesos porque aún estoy reconstruyéndome y no todo puede ir en una línea recta. 

Pero la verdad es que este retroceso ha durado bastante y mi temor más profundo se hace presente: el tiempo; el paso del tiempo. Mi ansiedad me habla y me dice que a los 28 años ya no se puede retroceder, que ese proceso se te perdona en la adolescencia, cuando aún te queda mucho vivir, pero llegando a los 30? en serio vamos a seguir atrapadas en la encrucijada? seguimos sin resolver este ejercicio infinito de inestabilidades y debilidades que caen como si lloviera inseguridades que nos impiden caminar con tranquilidad.

Bueno eso es lo que me dice mi ansiedad, yo creo que nunca es tarde para intentar sanarte aunque haya que hacer todo de nuevo, y aunque me quedasen 5 minutos de vida, quisiera vivir esos 5 minutos plena si es que fuese posible y que no me atormentasen mis demonios. 

Claramente usaré la excusa de que no te he visitado porque he tenido que priorizar cosas y he estado ocupada intentando darle un grado de estabilidad a mi vida aunque sea material y sumamente superficial. Pero la verdad es que es una forma más de hacerme daño: dejar de lado las únicas cosas que me alivianan un poco el alma y me hacen sentir yo misme.