Atrapada entre tanto cemento y tantas edificaciones, sumergida bajo los rayos de un sol completamente caliente, enojado y despechado olvido qué es lo que siempre he querido y hacia dónde voy.
Me olvido de la calma, del mar, de la lluvia, la vegetación recién bañada y florecida, de las montañas, el calor cariñoso de la leña, de las aves que no sólo te hablan en los sueños, sino también en la realidad del día a día. Me olvido de caminar, de lo tanto que me gusta caminar; porque aquí sólo huelo combustible, sólo oigo motores y autos acelerados.
Llena de historias voy, cargada de emociones, de amores, de desilusiones. Pero aun tengo ganas de oír el sonido del agua, de tranquilizarme a través de un pequeño goteo capaz de recordarme que nunca vi a nadie en mi sueño, a nadie más que a mi misma y un par de niñes que te devuelvan la vida.