No hay nada trivial

La gente creía que cuando alguien muere, un cuervo se llevaba su alma a la tierra de los muertos, pero a veces, algo malo ocurre, y acarrea una gran tristeza, y el alma no puede descansar en paz. Y a veces, sólo a veces, el cuervo puede traer de vuelta el alma para enmendar el mal.

domingo, 4 de abril de 2021

Después de hoy

 El tiempo vuela y la vida camina. 

Te juro que no estuve atrapada. No habían llaves extrañas ni escondites ni evasiones; nada de eso. Sólo fui yo tratando de entender un poco la vida. He sentido, sí, he sentido mucho, y he pensado tantas cosas que no sé como lo haré para resumirlas todas en una entrada.

¿Qué piensan ustedes de la muerte?. Yo por primera vez en mi vida estoy pensando en esa pregunta a partir de la muerte de un ser querido. La única vez que había perdido a alguien cercano fue cuando murió mi tata, pero yo era pequeña, lo que no quiere decir que no entendiese nada, pero veía y percibía las cosas de una forma totalmente diferente como todes les niñes. El sufrimiento más agudo que experimenté en esos entonces, fue la pena por empatía; porque el ambiente era tan triste que yo no podía no estarlo. Sin embargo, creo que les niñes a pesar de todo, tienen una percepción más madura y certera respecto a la muerte. Es como me dice la cosmovisión en la que yo creo y lo que dicen muchas religiones y cultos. Se supone que no solamente somos un cuerpo amoldándose, también somos un alma que trasciende todo lo que podemos explicar. Incluso creo que la vida es un cautiverio incluso para quienes nacieron en cuna de privilegios. La vida en sí, en general, desde la vida de una hormiga hasta la vida de cientos de seres humanos desde El Cabo de Hornos hasta Australia... este pequeño habitar es un espacio en donde se nos permite sentir miles de emociones al mismo tiempo, en donde se nos permite sufrir, volvernos locos, depresivos, vengativos; en donde podemos mandar todo al carajo y morirnos por decisión propia. Pero ahí llega ese momento ¿qué es la muerte?, si dejamos de habitar todas estas minúsculas calles llenas de rayados sobre lecciones que nunca aprendemos y pasamos a habitar otro espacio; claramente no nuestros cuerpos, porque eso es prácticamente lo que pasa con la muerte, se desintegran nuestros huesos, nuestros músculos; toda nuestra apariencia se reduce a una descomposición devorada por insectos o bien, a un puñado de polvo; y nuestra alma es libre. Yo no creo en el imaginario cristiano del cielo y el infierno y no pienso en el más allá como el cielo lleno de animalitos y a Jesús blanco y rubio con una túnica blanca caminando en las nubes. Pero sí creo que nuestras almas van hacia un espacio que prácticamente no podremos describir nunca en vida. Y creo que se vuelven libres; libres de toda la locura que se nos mete en la cabeza en este mundo terrenal dominado bajo un sistema que aspira a la desigualdad máxima y a la desesperación por sufrimiento de más de la mitad de la existencia. Se vuelven libres de pensar y pensar y pensar y sobreanalizarlo todo; libres de nosotrxs mismxs y el daño que nos autoprovocamos. 

Pero si así es, y si así lo creo, ¿por qué cuando llega el momento cuesta tanto dejar partir? ¿de dónde nace ese apego al contacto visual y de piel con las personas?. Esas son las preguntas que me he hecho, porque a pesar de que siempre pensé que estaba preparada para este momento, el 27 de marzo me plantó sendo charchazo en la cara y me demostró que nunca lo estuve, porque ahora que es tiempo de despedirse, me cuesta. Y viene todo, vienen las culpas, los remordimientos, los recuerdos, las fotos, los olores, los momentos, el no poder entender que no voy a ver nunca más a esa persona, nunca más.

Pero también vienen otras cosas. Vienen nuevos aires y una nueva versión de mí. Porque así funcionamos, siempre valorando algo cuando lo perdemos, arrepintiéndonos de lo que ya hicimos. Siempre llegando tarde a todo. Y después de una pérdida recién vine a interiorizar la importancia de vivir el tiempo que sea que tengamos. Tantas veces que me he querido morir por situaciones tan banales. Todo lo que sé es que no quiero volver a sentir esa sensación de que no aproveché la compañía de alguien al máximo; y por la primera persona que quiero partir es por mi misma. Mi püllü nunca me va a perdonar no haberme disfrutado lo suficiente en vida, no me perdonará no haberme perdonado. Así que parte de perdonarme por todo, por haberme maltratado tanto, es querer vivir.

Ha pasado tanta agua bajo del puente que tengo un río gigante en mi hogar!, pero para no ensuciarlo le estoy prohibiendo la entrada a fantasmas de mi vida pasada. Hoy es de frente y hacia adelante.

 

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